Contra la frivolidad, los clásicos
Rutinas y quimeras
Clara García Sáenz
Contra la frivolidad, los clásicos
Me ha sorprendido ver como muchos han publicado en sus redes sociales los montones de libros que han leído este año que terminó y me sorprende porque suelo desconfiar de quien públicamente presume de leer mucho; como si hacerlo fuera una carrera de velocidad y no de resistencia. Es decir, leen más por pose intelectual que por placer; leen por moda, no por convicción; leen para que los demás los vean y admiren y no para verse a sí mismos.
Recuerdo que en alguna ocasión le preguntaron a Felipe Garrido, (el gran promotor de lectura en México) que pasaría con tantos libros que se editaban cada año y muchas veces pasaban sin pena ni gloria por las librerías y en muchos casos no pasaban ni por los lectores. Entonces río cínicamente y dijo “nada, no pasará nada, los clásicos universales siempre se salvarán y todo lo demás quedará en el olvido como ha sucedido históricamente desde que se escriben libros en este mundo, solo sobrevivirán en el tiempo los que verdaderamente valgan la pena”.
Hace algunos días vi circular un texto que habla de quienes tienen más libros en sus estantes de los que han leído y la importancia de las bibliotecas personales, lo curioso del caso es que muchos lo estén compartiendo como una gran verdad; como si el lector que por lo general es también bibliófilo tuviera que justificar un comportamiento que es normal en quienes aman los libros.
Y es que como en todos los asuntos del mundo virtual, lo complejo no está en la superficie, sino en el fondo; por ejemplo, me di a la tarea de revisar los títulos de algunos que en las redes sociales compartieron los montones de libros que habían leído y me sentí neófita al no conocer ninguno de los 30 o 40 autores que aparecían en los lomos. Entonces, más allá de dudar si leyeron o no esa cantidad de libros con los que posaron, dudé de la calidad de su lectura. Recordé a Garrido y me pregunté ¿y los clásicos?
La frivolidad, que es la característica más notoria en las redes sociales ha hecho también del hábito de la lectura una pose donde la rareza (leer muchos libros sigue siendo para la sociedad un comportamiento raro) consigue muchos likes. Vale entonces preguntarse ¿hay diferentes tipos de lectores? Creo que, sí los hay, los que leen basura y los que leen a los clásicos.
Los primeros, serán lectores sí, pero nunca comprenderán el mundo, ni desarrollarán un pensamiento crítico; el cual se alcanza solo leyendo lo complejo, lo universal, lo clásico. Un alumno me preguntó por qué me negaba a que leyeran a “El alquimista”, “Juventud en éxtasis” o “Cañitas” entre otros, si finalmente estaban leyendo, le respondí “¿sabe cómo se aprende a leer textos difíciles? Leyendo textos difíciles”.
Si los millones de personas que por décadas han leído este tipo de textos hubieran sido verdaderos lectores, creo que a estas alturas en este país existiría un alto índice de lectores. Pero no es así, la gente lee por muchos motivos y puede leer cientos de libros al año, pero el verdadero lector es un ser cuyo hábito es intrínseco a su naturaleza y puede pasar horas leyendo o días sin leer nada, leer varios libros a la vez, abandonar lecturas, leer solo algunas partes del libro, sin remordimientos, ni estadísticas, ni controles de lectura.
El lector es un alma libre a la que poco le importa si los demás lo consideran lector o lo admiran por ser lector; no se jacta, se ocupa; no posa, se embelesa; pero sobre todo hace de la lectura una forma de vida. Lo demás, todo lo demás está en las redes sociales, lejos, muy lejos de los clásicos y del pensamiento crítico, ahí, donde todo pasará al olvido.
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