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+ CUBA, ANTES DE FIDEL

ENROQUE

+ CUBA, ANTES DE FIDEL

JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Los gobernantes, ideólogos, activistas y dirigentes de los partidos políticos de derecha como el PAN no desaprovechan ocasión para despotricar contra el gobierno de Cuba, pero nunca elevaron la voz para condenar las atrocidades de la sangrienta dictadura que Fulgencio Batista instauró en la isla antes de la revolución del Fidel Castro.

Militar sanguinario, Batista asumió el gobierno cubano mediante un golpe de Estado en 1933 con el que derrocó al régimen provisional de Carlos Manuel Céspedes, cargo que ejerció directa o indirectamente, hasta 1959, cuando fue depuesto por el movimiento armado encabezado por los hermanos Fidel y Raúl Castro y Ernesto Guevara.

Al asumir el poder, se nombró a sí mismo jefe del Estado Mayor del Ejército con el grado de coronel de las Fuerzas Armadas de Cuba y la mayoría de los integrantes del cuerpo de oficiales se vieron obligados a retirarse o fueron asesinados.

En 1938 ordenó una nueva constitución y en 1940 se postuló presidente constitucional derrotando a Ramón Grau en elecciones presidenciales. En 1944, el sucesor elegido por Batista, Carlos Saladrigas, fue vencido en las urnas por Grau y el dictador emigró a los EE. UU.

Pero regresó a la isla en 1948 cuando fue electo al Senado y participó en la candidatura presidencial con la venia de Grau. Cuando tomó el mando creó el Partido de Acción Progresista y en 1952 se postuló otra vez para la presidencia, pero, como perdió, volvió al cargo a través de un nuevo golpe de Estado perpetrado el 10 de marzo de 1952, canceló las elecciones y depuso el gobierno constitucional de Prío Socarraz.

Como era de esperarse el 20 de marzo el gobierno de los Estados Unidos reconoció el gobierno golpista, que declaró ilegal el derecho de huelga, suspendió las garantías constitucionales y reinstauró la pena de muerte.

En 1954 participó en las elecciones como candidato presidencial que ganó mediante un fraude electoral. Como otros dictadores, Batista estableció un régimen de terror, reprimió violentamente y encarceló a los opositores, Fidel Castro entre ellos, y en siete años asesino a 20 mil adversarios.

Los soldados masacraron a miles de jóvenes a los mutilaban, los colgaban de los puentes y árboles con los genitales al cuello, para que los cubanos vieran lo que ocurriría a los enemigos del dictador. Tras cada redada las calles de La Habana aparecían regadas de cadáveres.

La relativa prosperidad de que gozaba el país, Batista la aniquiló, en 1950 la capital fue convertida en “el burdel del caribe” y considerada “Las Vegas de Latinoamérica”, paraíso de las mafias estadounidenses del juego, la prostitución y el tráfico de drogas.

No obstante, las atrocidades, la OEA jamás le reprochó nada, el gobierno de los Estados Unidos, igual que los dirigentes de los partidos y gobernantes políticos, que hoy tanto condenan a la dictadura cubana, jamás protestaron contra los demenciales asesinatos de Batista.

La razón, que, gracias a la dictadura batistiana, al final de 1950 los Estados Unidos poseían el 90 por ciento de las minas cubanas, el 80 de los servicios públicos, el 50 de los ferrocarriles, el 40 de los productos agrícolas y el 20 de los depósitos bancarios, eran prácticamente los dueños de la isla.

Destituido, sin poder ni nadie que lo defendiera, Batista huyó a Portugal en donde otro dictador, Antonio Salazar, le otorgó asilo. 14 años después, el 6 de septiembre de 1973 el criminal murió de un infarto al corazón en España, mientras que Fidel lo buscaba para llevarlo ante la justicia.

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