ENROQUE / PÁNICO EN EL CINE
ENROQUE / PÁNICO EN EL CINE
JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ CHÁVEZ
Los espectadores disfrutaban ese día, 25 de diciembre de 1955, la función del cine ‘Alhambra’, ubicado en calle Salvador Díaz Mirón, en el ala oriente del edificio que ahora alberga a la tienda estadounidense ‘Sears’ y una parte del Casino Tampiqueño, el centro de la ciudad.
Primero vieron la película ‘El rebaño de la muerte’ y después ‘La vida tiene tres días’ estelarizada por Silvia Pinal, Carlos Navarro y Celia D’ Alarcón, que estrenaba esa fecha la empresa cinematográfica.
Los tampiqueños trataban de olvidar los días aciagos de la catastrófica inundación provocada por el ciclón ‘Hilda’ que unas semanas atrás enlutara los hogares de miles de familias, asistiendo a la sala de espectáculos, una de las principales fuentes de diversión y entretenimiento popular.
La función se desarrollaba con toda normalidad, pero entre la multitud se escondía la tragedia.
Alrededor de las 8 de la noche, cuanto estaba a punto de concluir la transmisión, llegó hasta el interior de la sala el sonido de la sirena de los bomberos y casi simultáneamente la atención del público fue interrumpida por un grito anónimo que alertaba desde la galería ‘¡Se está quemando el cine!’
El grito desató el pánico.
En unos instantes el lugar se convirtió en un manicomio. Los cientos de cinéfilos que unos momentos antes permanecían absortos viendo lo que ocurría en la pantalla, se precipitaron como turbamulta hacia la salida impulsados por el miedo a morir quemados.
En su desesperación por ganar la calle al mismo tiempo, pasaron unos por encima de otros. Cuando estuvieron afuera y recuperaron el control comprobaron que todo había sido una falsa alarma, pero también que el grito irresponsable y criminal había provocado una desgracia.
Siete personas, el matrimonio de Pablo Plascencia de 24 años, su esposa Andrea Cruz y su pequeño hijo de 3 años, la niña María Luisa León de 13, Marcos Mata Morales de 21, la menor Virginia López Meza de 11 y un recién nacido de apenas once meses, murieron pisoteadas y otras 15 terminaron en el Hospital ‘Dr. Carlos Canseco’, víctimas de graves lesiones.
El suceso conmocionó a la ciudad.
En respuesta al sentir popular, el alcalde Manuel A. Ravizé pidió a las autoridades competentes que estaban a cargo de las pesquisas, que investigaran a fondo lo ocurrido y se castigara con todo el rigor de la ley a los responsables.
Al abrirse las averiguaciones el Agente del Ministerio Público del fuero común, licenciado Juan C. Vite y Obando, responsabilizó de lo ocurrido a los apagafuego por haber accionado innecesariamente la sirena, pero después se comprobó que la apreciación había sido equivocada.
El comandante del Cuerpo de Bomberos, José Kennedy Olvera, declaró al comparecer ante la justicia que el día de los hechos, a las 19:55 horas, la máquina “Manuel Ávila Camacho”, apoyada por el jeep número 2 y el carro tanque número 5, acudieron a atender una llamada de auxilio a la terminal de los autobuses ‘Flecha Roja’ localizada en la calle Francisco I. Madero en la zona centro.
Después de sofocar el fuego de un vehículo al que se le había incendiado el motor, los bomberos retornaron al Cuartel por la calle Díaz Mirón, por la que entonces se circulaba de oriente a poniente, y al llegar a la esquina de Muelle, hoy Benito Juárez, el bombero Zózimo Salazar del Ángel hizo activar la la alarma para prevenir a los automovilistas del paso de la unidad, como es costumbre hacerlo en todas las bocacalles.
Uno de los testigos del incidente, el joven Francisco Cruz, que tenía su domicilio en la calle Benito Juárez 203 de la colonia Tolteca, aseguró que lo que provocó el tumulto fue el grito de un desconocido que encendió el miedo cuando gritó que se estaba incendiando el centro de espectáculos.
El 26 de diciembre, cuando el espíritu navideño aún reinaba en la ciudad, fueron sepultadas las siete víctimas de la tragedia, sin que se supiera jamás quién fue el autor del acto criminal. jlhbip2335@gmail.com