La red de podredumbre de Egidio…
Polvorín
La red de podredumbre de Egidio…
José Ángel Solorio Martínez
Cuando Juan Antonio Guajardo Anzaldúa, se lanzó a la política en los años 90s sus negocios estaban a un paso de la quiebra. Como a todos los empresarios del país, el error de diciembre los puso contra las cuerdas. Irritado, como buena parte de esos inversionistas, despotricó contra el gobierno que había convertido en centavos sus pesos y con una alianza amplia –PAN, PRD y otros grupos sociales de Río Bravo, Tamaulipas-, derrotó al candidato de la continuidad que había sido apuntalado desde la Secretaria de la Presidencia -por Homero Cárdenas-: Marco Antonio Buentello.
Ganó con relativa facilidad.
Lo apoyaron los enemigos de Cárdenas desde la Secretaría de la Defensa Nacional que vieron en Juan Antonio un abierto aliado en la frontera.
La fortuna política de Guajardo empezó a brillar.
Al mismo tiempo, la fortuna monetaria se abultó desde el ejercicio del poder político.
A partir de la alcaldía, potenció sus negocios. Los sacó del déficit y los puso, en monumentales números negros.
Pasó con Guajardo lo que con todos los comerciantes o empresarios que se meten al servicio público: ejercen la autoridad pública, como si manejaran sus negocios. Es decir: visualizan la política como una empresa.
La rentabilidad, claro, es para la parte gerencial.
(Según su óptica).
No para la sociedad.
De esa forma gobernó por sí o por medio de sus socios.
(Buena parte de predios urbanos de la ciudad, son propiedad de la familia Guajardo. Todos adquiridos, en el tiempo en que fueron gobierno).
A la desaparición de Juan Antonio, su hermano Diego entró al quite. Este miembro de la estirpe, nunca hizo algo útil para sí o para su familia. Era por lo mismo, un bueno para nada.
No heredó ni tantito, el talento y la inteligencia de Juan Antonio.
Juan Digo la falta de luces, la suplió con osadía.
Así llegó a la alcaldía. En los últimos días, han circulado documentos los cuales evidencian su inescrupuloso manejo de los dineros de los riobravenses.
Siempre ha sido así.
Sólo que ahora, se le ha documentado.
Muestra con ello, Juan Diego, ser parte de la clase política que necesita ser reemplazada de las instituciones para sanear la vida pública de la ciudad, de Tamaulipas y del país.
En nada se diferencia, de sujetos como Eugenio Hernández, Tomás Yarrington, o Egidio Torre. Es una pieza más, del sistema nauseabundo que urge reemplazar.
Vive en Mission, Texas.
Gobierna para sus amigos.
Beneficia a sus socios políticos.
Un grupo de ciudadanos, está pidiendo la intervención del Contralor de Tamaulipas.
Es un buen momento, para empezar a cortar de tajo la red de corrupción y podredumbre que heredó Egidio Torre, a los Vientos de Cambio…