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Lidiar con la banca

TRIBUNA

Lidiar con la banca

Por: Javier Terrazas

Casi todos, alguna vez, o muchas veces, tenemos que contratar servicios bancarios.

Y una vez que caemos en sus manos (o garras), pues a lidiar con ellos.

Está claro, que la banca nunca pierde.

Los usuarios debemos adsorber todos los gastos.

Ningún retraso es gratis, siempre hay cobro de intereses extraordinarios a los ya ordinarios.

Es la lógica del sistema bancario. Y de cada banco en particular.

Ni en los momentos más difíciles de la vida, como familiar de un usuario o cliente que por desgracia fallece, hay un atisbo de sensibilidad o humanismo.

Hace poco más de cuatro años acudí a Banorte para dar de baja tarjetas, cuentas y todos los servicios de mi cónyuge.

Verifiqué que todo quedase subsanado.  Confiado en los ejecutivos de una sucursal del centro de Cd. Victoria, di por cerrado ese capítulo. Y pasé a la dura etapa de vivir el duelo.

Sin embargo, al teléfono de casa seguían llegando llamadas relacionadas con dicha institución.

Despachos de cobranza de las mismas tarjetas ya canceladas.

Lo que ameritaba el regreso en varias ocasiones a la sucursal para verificar si había algo abierto que se pudiese concluir.

Finalmente dejaron de entrar esas llamadas, así que di por terminada esa tarea.

Con el paso del tiempo, al estar ordenando bienes inmuebles para una sucesión de derechos, la Dirección de Catastro del Gobierno del Estado, notifica del gravamen de una propiedad por BANORTE.

Si, aunque usted no lo crea, otra vez BANORTE.

Desgraciadamente, confié en la palabra de los ejecutivos que me indicaron que todo estaba concluido, incluido la cancelación de un crédito hipotecario, que en forma automática termina al entrar el seguro por el deceso del cliente.

Supuse que era un trámite sencillo, que debería acudir a la sucursal para recoger el documento y llevarlo a la Dirección del Registro Catastral.

Sin embargo, no era así de sencillo.

Habría que iniciar un nuevo trámite para la cancelación de la hipoteca.

Aún cuando el banco tenía todos los documentos para la autorización del crédito años atrás, hubo que armar un nuevo expediente con toda la información, en lo que tardé cerca de una semana, pues solicitaban el contrato firmado ante notario.

Todos esos documentos deberían ir en archivos digitales con características específicas que se hacían llegar a un área de BANORTEL.

El documento global fue recibido y validado el 16 de abril, con la ayuda de un ejecutivo local de la institución.

Se asignó un folio de diez dígitos con terminación 351al que había que darse seguimiento en BANORTEL los siguientes 15 días.

Y sorpresa, cuando faltaba un día para el vencimiento del plazo, de pronto una respuesta de “expediente incompleto”, pues supuestamente faltaban las primeras hojas que contienen los datos claves de nombre del cliente, tipo de contrato, fecha de celebración, número de escritura.

Todos esos datos iban muy claros en el expediente originalmente integrado, además de que estaban ya en la institución.

Sin embargo, hubo que reenviar todo el expediente de nuevo enfatizando en esos datos de las primeras hojas.

Y obvio, asignaron un nuevo folio de diez dígitos con terminación 864, de tal forma que empezaba de nuevo la gestión, con un mes de plazo para resolver algo tan sencillo.

Finalmente, al transcurrir el mes, el 17 de junio llegó un correo electrónico dando una resolución de una carta del Departamento Jurídico de la institución, fechado en Monterrey Nuevo León el 7 de junio.

Ya con ese documento había que acudir al Notario Público para que hiciera el trámite de cancelación.

El Notario asignado, aun cuando fue el mismo que hizo el contrato del crédito hipotecario, solicitó un documento del Registro Público que hiciera contar que la propiedad aparecía aún como hipotecada.

Así que hubo que gastarse en la obtención del mismo y luego pagar otro tanto por la liberación del gravamen, por lo que el notario se llevó casi un mes completo.

La argumentación de la oficina del fedatario público fue que habría que enviar un proyecto de documento primero al BANORTE sucursal Victoria para su validación.

Y posteriormente remitir el mismo al Departamento Jurídico de BANORTE en Monterrey para su confirmación y resolución.

Finalmente, el expediente se presentaría ante la Dirección de Catastro del Gobierno de Tamaulipas para la cancelación de la hipoteca y que apareciera como libre de gravamen.

Para rematar, aun cuando La Dirección de Catastro, previas llamadas para agilizar el documento, emitió el último día laboral previo a vacaciones de verano de la burocracia estatal, ese día no pudo imprimirse porque” se cayó el sistema”.

Luego el Notario se fue una semana de vacaciones y no podía entregarse el documento por falta de firma.

Luego de tres meses de largas y tediosas gestiones en Banorte Sucursal, Banorte Matriz, decenas de llamadas telefónicas y otras cuatro semanas de interacción con la notaría de la calle 10 y 11 Morelos del centro de Cd. Victoria, el ansiado día de la obtención del documento final llegó el pasado 16 de julio.

Una amarga experiencia con Banorte, especialmente con BANORTEL, cuyo slogan es “El Banco Fuerte de México”.

Increíble que en la era de la tecnología y todos sus saltos en innovaciones, esta se use solo para su beneficio institucional y no para beneficio de los clientes o usuarios.

Sé que casi todos los bancos tienen este sistema de operación y reglas.

Pero no es sano ni para la institución ni la sociedad este burocratismo, dilación, indiferencia o en términos coloquiales “valemadrismo”.

Habría que convocar a un concurso a los clientes para ajustar el slogan de esa institución.

Le cuento esta historia personal, para que no se confíe en situaciones parecidas.

No deje cabos sueltos que pueden convertirse en fuertes dolores de cabeza.

Ni confíe totalmente en los ejecutivos de las instituciones.

En ocasiones puede costarle el inmueble.

Los buitres no descansan.

Solo buscan nuevas presas.