Columnas

Más allá del tren

Rutinas y quimeras

Clara García Sáenz

Más allá del tren

En la escuela primaria y secundaria nos enseñan que en México existen dos culturas prehispánicas fundamentales en Mesoamérica, las más importantes, trascendentes y necesarias para la comprensión de nuestro pasado indígena: los mayas y los mexicas; aparecen como las grandes civilizaciones que le dan identidad a la historia de México, sin embargo, la historia oficial se ha centrado en los mexicas como los ancestros más influyentes, destacados y fundamentales en la identidad nacional.

Esto se debe sin lugar a duda a que el centralismo se ha impuestos también en el discurso histórico, por ejemplo, el mayor referente del mito fundacional de la nación es el de los mexicas (el águila devorando a la serpiente), el nombre de México es también parte de su herencia cultural y la caída de Tenochtitlan se toma como un punto de quiebre entre lo prehispánico y lo colonial.

En cuanto a los mayas, repetidas veces se nos dijo en la escuela que era una civilización que desapareció misteriosamente, que conocieron el uso del cero, que eran grandes astrónomos y que habitaban la península de Yucatán.

Sin embargo, en la construcción de la identidad nacional se deja en el imaginario colectivo, más allá de lo mesoamericano, lo mexica como herencia fundamental del pasado. Tomando un lugar marginal la cultura maya, la cual sólo cobra relevancia cuando se le nombra solo como una parte del todo en el ser mexicano.

La magnitud de la grandeza maya sólo es posible comprenderla cuando uno se adentra en la península de Yucatán, visitando sus ruinas arqueológicas, sus ciudades prehispánicas, sus herencias culturales, sus inmensas pirámides, sus impresionantes esculturas y su gente, esos mayas que no han desaparecido ni se han ido a ningún lado, sino que siguen habitando la selva, los ríos, las islas y los mares.

He visto los tres capítulos de la serie del tren maya realizada por Epigmenio Ibarra y más allá de la producción visual, el trabajo muestra la inmensidad de ese territorio en muchas partes aun indómito donde la selva lo ocupa todo, haciendo que la obra del tren se vea desde las alturas como una raya insignificante en medio de tanta espesura. Sin embargo, también se aprecia el trabajo titánico en obras de ingeniería civil para la construcción de aeropuertos, estaciones de tren, puentes, museos y rehabilitación de zonas arqueológicas que en su conjunto permiten comprender la profundidad del proyecto, porque no es sólo un tren, sino la visión integral de una región que es naturaleza, cultura, historia y bienestar social.

El trabajo documental muestra, no sólo la construcción de un tren, sino la revaloración y significación de los mayas, su importancia, su trascendencia, su grandeza. Porque da cuenta de todas las zonas arqueológicas que fueron rescatadas, descubiertas, rehabilitadas; de la gran cantidad de vestigios y hallazgos arqueológicos y cómo las compañías constructoras del tren destinaron una parte de sus ganancias para ponerlas en el mapa del turismo. Aunque de los tres capítulos, yo me quedo con el primero, vale la pena verlos todos antes de que las fobias nos hagan opinar. Porque el tren no sólo es un simple tren sino la reivindicación del mundo maya.

E-mail: garciasaenz70@gmail.com