MILAGRO EN EL CIRCO ROMANO
ENROQUE/JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ CHÁVEZ
MILAGRO EN EL CIRCO ROMANO
Ejemplos de la virtud, el amor, la amistad, la lealtad y la gratitud los ha habido a lo largo de la historia y no solamente entre humanos sino incluso entre humanos y animales. El de Andrócles y el león, es uno de ellos.
Cuenta la historia que un esclavo que, cansado del mal trato que recibía en la casa del Procónsul que gobernaba la provincia de África al que servía, huyó un día de los amos y se internó en el desierto para tratar de llevar una vida más digna.
Para protegerse de la intemperie se refugió en una cueva, sin imaginar que era la guarida de una fiera. Más tarde observó a un león que merodeaba el lugar, seguramente a reclamar su escondrijo, aunque no se veía fiero ni parecía tener la intención de atacarlo.
Por el contrario, con una de las patas ensangrentadas y gimiendo de dolor, parecía que pedía ayuda. Temeroso de que fuera a devorarlo, Andrócles se acercó con precaución al animal y tras comprobar que no había riesgo, le tomo la pata y le sacó una espina que le causaba el sufrimiento y le impedía caminar.
A partir de ese momento se estableció una relación de amistad increíble entre el siervo y el felino. Además de que compartían la caverna como dos grandes amigos, el afecto llegó al punto que la bestia le traía enormes trozos de carne de los animales que cazaba para que se alimentara.
En cierta ocasión, el esclavo y el animal se vieron obligados a huir del sitio para escapar de la cacería que los soldados de Roma realizaban periódicamente para llevar fieras al circo y divertir al pueblo con las peleas entre estos y las personas que habían cometido algún delito.
En una de esas cacerías, atraparon al esclavo y a la fiera y los trasladaron a Roma para castigar con la muerte al excautivo de la falta que había cometido, arrojándolo al circo, como era costumbre.
Sin embargo, en el momento en que varios de los animales hambrientos fueron soltados en la arena del centro de diversión para que devoraran a los condenados, ocurrió un hecho inimaginable, un milagro.
Cuando el enorme león se acercó al prisionero en vez de atacarlo, como ocurría habitualmente, se detuvo unos momentos. Mientras que Andrócles se moría de miedo y daba como un hecho que su vida terminaría irremediablemente en las fauces del felino, este lo empezó a olfatear y en vez de agredirlo comenzó a lamerlo y acariciarlo.
Ante el asombro de la multitud que llenaba la arena, el preso y el león se abrazaron luego como grandes amigos. Los dos recordaron que habían compartido un refugio, que el esclavo le había sacado la espina que le impedía caminar y este reconoció a su antiguo amigo del desierto.
La muchedumbre indultó a los dos y el gobierno resolvió que la fiera se fuera a vivir a la casa del amigo humano. En el correr de los días se hizo común que ambos pasearan por las calles para demostrar a los romanos lo que es capaz de hacer el amor y la amistad, así se trate entre una bestia y una persona.
Algunos consideran que solo se trata de una fábula atribuida a Esopo, sin embargo, Aulio Galio, que vivió en el siglo II antes de Cristo, relata que el hecho ocurrió realmente, que un tal Apión fue testigo de ello. El sabio Séneca también habla de él y se repitió en la Edad Media. Montagne (1538-1592) da cuenta del suceso en uno de sus Ensayos y en la época Moderna, el escritor inglés Bernard Shaw lo cita cuando aborda los orígenes y persecución de los primeros cristianos.
Inclusive, en el año 1952 se filmó una película sobre la historia en los Estados Unidos basada en el relato.
Sea cual fuere el origen, el acontecimiento es una prueba de la fuerza de la amistad y el agradecimiento, no solamente entre los humanos sino entre estos y los animales salvajes, de los que hoy en día, por fortuna, existen innumerables ejemplos.