Nueva era para la UAT
Hace algunos años, treinta y seis para ser exactos, presentó mi examen profesional en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, luego de cinco años de cursar la licenciatura en medicina veterinaria y zootecnia.
Fue una etapa formativa importante cuando esa institución tenía todavía más de la mitad de buenos maestros y había cierto prestigio internacional.
De acuerdo al ranking de las Facultades de Medicina Veterinaria y Zootecnia, era la tercera a nivel nacional después de las escuelas de la UNAM y la Universidad Veracruzana.
Eran los tiempos del Rectorado de Jesús Lavín Flores, una época en la que se acentuó el dominio de los Grupos Estudiantiles Porriles, de las escuelas de la UAT.
Etapa en la que los buenos estudiantes debían cuidarse de las incursiones porriles o de reacciones nefastas de maestros novatos que llegaron al ejercicio de la docencia sin méritos académicos, pero con el apoyo del Grupo Controlador de la Institución.
Haber sido chofer, cargamaletas, jugador de fútbol americano o de béisbol en el equipo de la institución, era mayor mérito que traer buen récord en calificaciones, para ingresar a una plaza de docencia o administrativa.
Afortunadamente esa época de control de las Facultades de la Universidad Autónoma de Tamaulipas por Grupos Políticos Estudiantiles, en donde había manifestaciones de sus excesos en la sociedad, causando temores, pasó a la historia.
Vino en la década de finales de los noventas y principios del nuevo siglo y milenio, el sacudimiento de esos controles o cacicazgos.
Fue una transición pacífica, pues se generaron espacios políticos o administrativos a los «liderazgos universitarios».
Injusto sería no reconocer algunos avances y trabajos serios en esta institución o en otras de la UAT en sus diferentes campus regionales.
Cuando los «liderazgos estudiantiles» ganaron espacios en la administración, se vieron obligados a dar impulso a la academia, investigación y mejor de infraestructura.
También, con el sacudimiento de los grupos porriles, hubo espacio para reafirmar la academia sobre otros intereses.
Sin embargo, con el debilitamiento de los grupos internos, se fortaleció el control de grupos externos, desde las esferas del poder gubernamental estatal.
Los controles pasaron del 8 y 9 Morelos al 15 y 16 Juárez de la capital tamaulipeca.
Algunos gobernantes le dieron un poco más espacio para que se fortaleciera la academia.
Otros aprovecharon los controles para convertirla en un filón más de los negocios sexenales.
En los últimos años, la vigilancia del ejercicio presupuestal de la Universidad Pública de Tamaulipas ha sido más estricto, por los Congresos Estatal y Federal, así como en forma directa por la SEP y la Auditoría Superior de la Federación.
De alguna forma, esos controles y exigencias de aplicación de los recursos en cada una de las áreas y amarrar el flujo de los mismos a mejoras en la calidad académica y sus procesos, de laguna forma llevó a mejoras paulatinas, muy lejos todavía de los estándares deseados.
Se viene una nueva etapa para la Universidad Autónoma de Tamaulipas, que tiene en puerta elegir al nuevo Rector.
Termina el periodo de José Andrés Suárez Fernández, que antes fue Director de Agronomía Victoria y de Agroindustrias Reynosa, además de Secretario General del Sindicato de Académicos de la Institución.
Y parece iniciar el rectorado de Eduardo Mendoza Cavazos, candidato único a la rectoría, luego del aval a su nominación por maestros y alumnos a través del órgano calificador.
Una renovación generacional obligada, pero también de una nueva actitud de mayor compromiso con la academia, con la investigación regional pertinente con los sectores productivos, pero sobre todo con las causas sociales.
Oportunidad de reafirmar la vocación social de la Universidad Pública de Tamaulipas, en donde se fortalezca la calidad y se dé mayor apertura a los grupos más vulnerables..
Una gran oportunidad de recuperar tiempos perdidos entre la miopía de los grupos porriles o la voracidad de los grupos políticos externos.
Tiempo de recuperar tiempo de lo que debió ser la Universidad Autónoma de Tamaulipas para apuntalar el desarrollo de las diversas regiones de la entidad.
Quizá me gane la nostalgia porque formé parte de un grupo de estudiantes notables que queríamos una mejor Casa de Estudios Pública que fuera motor del cambio para la entidad y no plataforma de élites porriles y nuevos ricos.
Haber sido el mejor alumno de la generación y obtenido mención honorífica en el examen profesional, nunca fue mérito para una beca o el aval para cursar una maestría en el extranjero.
Así era y así es en menor grado nuestra universidad.
Ojalá que con la sangre joven y mayor vigilancia local y central, la UAT transite por el sendero que debió andar hace cuatro décadas.