QUE TIEMPOS AQUELLOS…
LOS PUNTOS SOBRE LAS…
POR ÁNGEL VIRGEN ALVARADO
Al recordar viejos tiempos, es frecuente escuchar “…cuándo éramos feliz, y no lo sabíamos”.
Leí, hace algún tiempo, que la tristeza tiene su origen en el recuerdo de aquellos momentos felices que vivimos.
Y, caray, para mí, es cierto.
¿Cómo olvidar que en mi adolescencia iba con mis amigos a “la capilla de la Virgen de Guadalupe” en la calle 4 y Solerneau?
En aquél tiempo vivía con mi madre y mi hermanito en la calle Pedro Garza Sánchez, de la colonia Aurora.
Empezaban los años 60´s, cuando junto con un amigo íbamos a la fiesta de la capilla de Guadalupe y, a veces, a confesarnos con el padre José Alfredo.
En aquellos años, “el tiempo de frío” llegaba en octubre, a mediados del otoño.
Pero el frío llegaba “y no se iba” sino hasta después de febrero del siguiente año.
Las lluvias eran frecuentes y las calles, de terracería, se convertían en auténticas trampas de lodo.
“Hacíamos camino” por la orilla de las “cercas de tiquete” (delgadas tiras de madera, casi siempre de color rojo) de los solares.
En tiempo de lluvia, llegar a la 4 y Solerneau era toda una hazaña.
El edificio de la iglesia tenía una banqueta muy alta. Alrededor se ponían los vendedores de elotes asados, con salsa de chile piquín.
¡Que enchiladas nos dábamos! ¡Y sin refrescos!
Muchachos y muchachas, casi todos de 12 años, salíamos de la iglesia a platicar y a ver a los matachines.
Los matachines, al ritmo del tambor, con cascabeles y cascaras de nueces atados a los tobillos y a la cintura, bailaban desplazándose en vaivén en un desfile sincronizado.
A veces, hacían giros y nosotros les aplaudíamos.
Qué tiempos aquellos, Señor Don Simón, cuando la gente no ponía rejas en las puertas y ventanas de sus casas.
Cuando al policía y al tránsito se les respetaba. Cuándo había orden y seguridad.
Cuando éramos felices… y no lo sabíamos.
HOY ES DÍA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE…
En Matamoros, Tamaulipas, desde hace varios días se acordonó el área donde se encuentra la Iglesia de Guadalupe, en la calle 4 y Solerneau donde se instalaron docenas de vendedores ambulantes. Si le gusta este tipo de fiestas religiosas y puede, vaya.
Por hoy, es todo
P.D.- “No quiero morir en mi casa. Que sea en mi oficina, en la calle… pero no en mi casa. Los recuerdos serían tristes para mi familia. Sobre todo para mi esposa”- me dijo hace algunas semanas atrás, el licenciado RAÚL, El Perro, GÓMEZ, con quien teníamos una buen amistad.
Desde hace varios años, semana nos reuníamos con los amigos en “La Chiquita Bar”, lugar bohemio que frecuentamos desde mis tiempos de reportero policiaco.
A últimas fechas, RAÚL empezó a espaciar sus visitas. “Me siento mal”- nos dijo a todos.
Hombre carismático, talentoso en su profesión, era estimado por todos nosotros.
El viernes pasado me habló:
“Brother ¿Dónde andas? Ya estoy aquí con Chilo (Isidro Villegas) y a mi lado tengo a La Borreguita (David González)”.
“Voy para allá para convivir un rato”- dije.
Allí estuvimos toda la flota. El licenciado René Martínez, Antonio Elías, el licenciado Fermín Salinas, el C.P. Jorge de la Fuente, el ingeniero Omar Vidal, el periodista Martín Castillo, el Ingeniero Cuquín Castillo y otros amigos que componen la flota.
Hacia las 9 de la noche nos despedimos para volver a reunirnos esta semana.
Sin embargo, la cita con RAÚL GÓMEZ ya no se cumplirá.
El domingo por la tarde-noche me llamó por teléfono el Ingeniero Omar Vidal:
“Está informando Alfredo (Rodríguez) que acaba de morir El Perro Gómez”.
La noticia, dada así, no la digieres tan rápido.
Le envíe el mensaje a mi hijo CARLOS ÁNGEL. Luego hablé con los integrantes del grupo para decirles que RAÚL fue llamado a ocupar su lugar en el cielo.
Que descanse en paz nuestro amigo.