Columnas

Un hueso duro de roer

CORRESPONDENCIA

Un hueso duro de roer

Por José Luis Castillo

UNO. -Con la benevolencia que muestra el poder judicial de la federación y los jueces justos del mismo como dijo el Secretario General de Gobierno Héctor Villegas el calabazo, cualquiera puede obtener un amparo, y en este caso otra vez Raúl Ramírez Castañeda regreso de nueva cuenta a la Fiscalía anticorrupción de la cual había sido destituido por el Congreso estatal.

Lo cierto es que en este juego de intereses políticos el poder judicial de la federación ya tomó parte y ahora protege sin más este tipo de actos que más que interés colectivo tiene un interés personal y de grupo, proteger a cuanto ex funcionario de la pasada administración se denuncie y dilatar la impartición de justicia en contra de ellos.

El hecho es que Ramírez Castañeda, apenas fue destituido y acudió a ampararse obteniendo el beneficio y garantía que marca la ley, dejando sin efecto por el momento en encargado de despacho que había sido nombrado por el congreso del estado y su autoría legislativa.

La falta de asesores o la simulación de asesoría que tienen los legisladores mayoritarios en el Congreso local tiene mucho que ver, no olvidemos que los principales asesores en el legislativo, son de sepa azul y algo no están haciendo bien para no lograr desde ahí el saluda del fiscal anticorrupción, en algo así como la mala integración del expediente o acto legal que cuaje en la salida definitiva del abogado Ramírez Castañeda.

Lo cierto es que cómodamente despacha de nuevo desde sus oficinas ejerciendo el poder que le da su cargo y hasta mencionó que la orden de aprehensión girada en su contra queda sin efecto al reanudarse su actividad como fiscal y como garantía que le otorga el fuero por ser fiscal en funciones.

Y va más allá “lo que queda es trabajar en bien de los tamaulipecos, la prevención y combate a la corrupción requiere de un enfoque integral y al ser combatida fomenta la confianza de los ciudadanos y eso haremos, actuaremos con firmeza”, dice el fiscal anticorrupción, ¿usted le cree?, aunque, me queda claro es un hueso duro de roer, no le han podido hacer nada.

DOS. – Seguramente que la construcción de la segunda línea del acueducto para la capital de Tamaulipas quedará en buenas intenciones y tendrá que esperar pese a lo “sueños” de las autoridades del municipio al no asignarse recursos para ello y muy poca posibilidad existe que los legisladores logren etiquetar dinero federal para este proyecto.

A pesar de los rezos y las suplicas al supremo por parte de la autoridad municipal, difícil se ve que se asigne los más de 500 millones de pesos para esta obra y aunque se estima ponerlo en marcha en el año venidero, creo que el planteamiento de obra y proyecto se tiene que volver a presentar con todo y las oraciones de la autoridad municipal porque por el momento no hay condiciones de recursos y menos celestiales, para realizar la obra.

TRES. – Mi abrazo y mi más sentido pésame a la familia de Ángel Guerra y a su hermano Alberto y en mi solidaridad les comparto que “Esto no se acaba hasta que se acaba”.

En el cuartito apartado, cuyas paredes se fueron llenando poco a poco de mapas inverosímiles y gráficos fabulosos, les enseñó a leer y a escribir y a sacar cuentas, y les habló de las maravillas del mundo no solo hasta donde le alcanzaban sus conocimientos, sino forzando a extremos increíbles los límites de su imaginación”

G.G. Márquez

Cien años de soledad.

Corría el 2016.

Después de mucho esfuerzo estaba por primera vez frente a público defeño…

Años atrás, por el 2004, en una visita que hice a la capital del país con el grupo universitario con quienes compartía en ese momento, entré al palacio de Bellas Artes, en la CDMX, le llamé a papá y, conmovida por la belleza de aquél espacio, le dije:

“Un día voy a estar en esta ciudad, dando función para esta gente, y tú vas a estar ahí, conmigo. Pero no vayas a gritar mi nombre, porque ya te conozco…”

Y desde ese día no descansó, nunca descansó para que juntos cumpliéramos mi sueño.

Y es que mi padre, éste Ángel Guerra que usted lee con frecuencia, ha sabido ser un apoyo para esta que hoy le escribe.

Luchador incansable de lo que a mí se me ocurra: tres carreras intenté, dos terminé y una ejerzo. Gestor y mecenas de mi trabajo artístico. Esto mismo que usted lee, es producto de su enseñanza, de su vena, de su sangre recorriendo mi universo en el que ha sabido hacerse un lugar, dejar huella.

A los 4 años me enseñó a leer y escribir. Descubrí el universo de García Márquez a los 12; aprendí a recitar “El brindis del bohemio” para los fines de año y escribimos juntos mi primer discurso de oratoria.

A los 16 me acompañó a Díaz Ordaz a una presentación de un monólogo. No llevábamos más que lo del pasaje y no pudimos quedarnos a la cena porque perderíamos el bus y después no podríamos volver, y de hospedaje nada… Pero en ese autobús volvimos felices, me dijo: “un día nos vamos a reír de todo esto” y sí. Cada vez que lo recordábamos en mi departamento de la Ciudad de México, ahora que soy licenciada en actuación, nos reíamos un tanto con lágrimas en los ojos, del orgullo de ambos por haberlo logrado.

En ese 2016, hace ahora 7 años, hice mi examen en la Escuela Nacional de Arte Teatral, me aceptaron, mis papás estuvieron ahí el día de los resultados, llegaron de sorpresa. Casi para concluir el semestre vinieron los exámenes, que por ser una escuela de actuación, son un ejercicio escénico de muestra abierta al público para los que yo escribí un monólogo sobre mi hermano Ángel, que aunque ya parece comercial de tantas veces que lo he dicho en la escena y mi padre lo ha mencionado en esta columna, fue víctima de una desaparición forzada el 20 de abril de 2010, en la llamada frontera chica tamaulipeca – a la fecha no sabemos nada de él – y dicho en el salón 1 de la tercera escuela de artes más importante de Latinoamérica. A nombrar las cosas y exponerlas también me enseñó. A no cansarme de buscar a mi hermano también le aprendí.

Obviamente en ese examen mi padre estuvo ahí y sí, gritó mi nombre.

En realidad, antes de que yo empezara a hablar ya sus ojos estaban humedecidos de lágrimas. Me gusta pensar que fueron de emoción por verme ahí…

Hoy mi padre está intubado en una cama de hospital por una serie de complicaciones médicas de las que nosotras, mi hermana, mi madre y yo, no teníamos idea. Tal vez las tenía desde hace tiempo y nunca se quejó, porque siempre se mostraba fuerte, pero desde la noche de este miércoles su cuerpo ya no le permitió el silencio.

Le he leído como él me leía cuando era niña, le conté del proyecto en el que estoy y que, como le dije aquella tarde del 2016 en el teatro de Bellas Artes, será estrenado en un teatro importante de la CDMX, y entre que eso apretó mi mano. Me gusta pensar que me escucha…

Así que si usted, estimado fan de la pluma de mi padre, le pudiera poner en sus oraciones – y dicen que la fe mueve montañas – estoy segura de que él le estará muy agradecido. Mi familia y yo le estaremos muy agradecidos.

Esperando que la próxima vez que lean esta columna el que escriba sea mi padre:

“Por hoy es todo, nos leemos mañana”.

Escribió con todo su corazón y gran sentimiento su hija Blanca Leticia Guerra. (QEPD), mi amigo Ángel Guerra.