UN REGALAZO A ALBERTO PELÁEZ
Gran Tampico
UN REGALAZO A ALBERTO PELÁEZ
Por Julián Javier Hernández
El traspaso de gobierno se parece un poco al cambio de inquilinos en un departamento rentado: toda la apariencia de orden y decoro se desvanece cuando los nuevos ocupantes entran por primera vez y descubren los desastres.
A Mónica Villarreal le pasó exactamente eso al asumir la presidencia de Tampico, que representa aquí el departamento compartido por todos los jaibos, nos guste o no.
Unas bien pintadas canchas en la Ciudad Deportiva y una Rueda de la Fortuna (hoy ignorada) dieron la impresión de plenitud y progreso, como solo un gran gobierno sabe hacerlo. Poco faltó para que llamaran a Chucho Nader genio de la administración pública mundial. De hecho, recibió un premio en forma de escoba por mantener limpia la ciudad. Sin embargo, llegó el momento de ver en lo más profundo de los archivos, y la imagen cambió por completo.
Porque todos los alcaldes exornan los edificios públicos, siembran pastos verdes aquí y allá, y cambian las lámparas de alumbrado público; Nader siguió en eso a sus predecesores. Más aún, pudiera ser el más mediocre de todos si pensamos que gobernó seis años y no tres, como el resto, que manejó cinco mil millones de pesos, una suma histórica en sí, y que comandó los festejos del bicentenario de Tampico, y en nada tuvo grandeza ni elevada aspiración. Con más tiempo y dinero que otros, se conformó con un mercado de mariscos.
El gobierno pasado fue costoso y así lo indicó la calificadora de riesgos Fitch, que en un reporte de noviembre de 2023 advertía que el gasto operativo del municipio era ya de 86.4 por ciento del presupuesto.
Por grave que haya sido ese daño, hubo otro que condenó a Tampico al retraso, y que tuvo el beneplácito de Nader Nasrrallah, a sabiendas de sus consecuencias. Nos referimos a la falta de un Reglamento para la Administración Pública Municipal.
Cuando hablábamos al principio del desastre oculto, a esto aludíamos, a cómo la ciudad de Tampico, valorada por extranjeros, artistas y escritores, no tuvo en Chucho Nader un alcalde que la modernizara y la dotara de herramientas para el buen funcionamiento.
Al llegar los equipos de transición, se toparon con ese vacío. El único documento que recibían era un organigrama y el número de empleados, pero nada coincidía con la realidad. Si en la nómina indicaba 50 personas, en el acta de recepción aparecían 30.
Esto le ocurrió a un funcionario de la nueva administración que conversó conmigo. Se quejó de que el gobierno de Nader abusaba de un manual de operaciones para crear nuevos puestos y eliminarlos poco después, de contratar personal sin justificación y desaparecerlos repentinamente. Todo por la falta de un Reglamento de la Administración Pública Municipal que marcara los límites y responsabilidades.
“Eso lo hacían en época de campañas”, me dijo. Por supuesto, los matraqueros eran empleados municipales.
La ley se lo permitía, cierto, pero tuvo la oportunidad de reformar la administración a un nivel superior, y no quiso. Este libertinaje condujo a la presencia de “aviadores”, que ahora han aparecido en los días de pago.
Por esa falta de certeza, Tampico se detuvo prácticamente en 2014. El municipio no ha convocado a elección de consejos vecinales desde hace nueve años, abandonó los cinco tamules, convertidos hoy en depósitos de basura, y carece de un elemental reglamento de sesiones.
Al gobierno anterior le incomodaba escuchar, por eso mantenía en la postración a los consejos vecinales y cerró las sesiones de Cabildo a los ciudadanos. Las propuestas de ingresos y egresos se enviaban a los regidores el mismo día, y esto impedía el análisis de los proyectos.
Si Tampico es una gran ciudad, no puede seguir así. Se necesita orden, transparencia y certidumbre en la administración municipal; sobre todo, falta plasmar que el objetivo principal de ésta es superar las desigualdades sociales, como ordenan los objetivos de la agenda 2030 de la ONU. Por ello, es grato saber que el equipo de Mónica Villarreal trabaja en un reglamento de este corte.
Hay que recordar que este puerto es parte de una economía emergente, como ahora se les llama a los países subdesarrollados, y que tenemos un importante rezago: uno de cada tres tampiqueños es pobre, de acuerdo con el Informe de la Situación de Pobreza y Rezago Social 2023, del Coneval.
Por lo tanto, los recursos municipales deben utilizarse para acortar la brecha entre los prósperos y los más necesitados, sin que eso signifique renunciar a la cooperación con el sector privado y el capital.
Pero una cosa es cooperar y otra financiar los eventos organizados por empresarios para su propio deleite, como sucedió con Chucho Nader.
El gobierno panista donó 250 mil pesos para subsidiar la conferencia del periodista español Alberto Peláez al Club Rotario. Desde aquí reconocemos el trabajo informativo del ibérico y su limpia trayectoria, pero no hallamos ninguna justificación, en términos sociales, para que el municipio absorbiera ese gasto. Peláez ni siquiera habló a estudiantes o al público en general; los únicos beneficiarios fueron los rotarios.
De acuerdo con los montos para ayudas y subsidios, al 30 de septiembre de este año, hasta el Club Campestre recibió 150 mil pesos del presupuesto municipal para el Torneo de Golf de 2024. ¿Qué sentido social tiene esta decisión?
Pero el gobierno de Nader hizo también algunas donaciones con fines humanistas, como las aportaciones a la asociación Tamaulipas Diversidad VIHDA, que atiende a personas enfermas. De enero a septiembre, les transfirió un total de 40 mil pesos. Nótese la diferencia: al Rotario y al Campestre les entregó diez veces más (400 mil pesos).
Esto fue posible porque la conducción del gobierno municipal, a falta de reglas, dependió de la voluntad de Jesús Nader Narrallah.
La licenciada Mónica Villarreal Anaya entiende que estas aberraciones no pueden continuar y ha emprendido una verdadera reestructuración del trabajo municipal. Esperamos que sus colaboradores estén a su nivel y que la ciudad recupere el tiempo perdido.