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UNA MALA BUENA NOTICIA

Gran Tampico

UNA MALA BUENA NOTICIA

Por Julián Javier Hernández

Como las ganancias del turismo, a pesar de las grandes sumas, no parecen reducir la pobreza, investigadores mexicanos y españoles estudiaron las condiciones laborales de este tipo de empresas. Porque, ¿a dónde iba a dar tanto dinero si el prestador de servicios apenas vivía de su salario? O, ¿era solo un ardid entre rivales, una guerra comercial entre consorcios para apoderarse del mercado?

Con esta y otras ideas, los especialistas visitaron la Costa del Sol (España) y la Riviera Maya (Quintana Roo, México). Luego, un grupo de expertos, más ambicioso, se dirigió a los hoteles ubicados en la zona Chapultepec-Polanco, en la Ciudad de México, caracterizada por su alto poder adquisitivo. Entonces, si el turismo esparcía alguna riqueza, tenía que ser ahí.

A continuación, revisaron la literatura turística, elaboraron los marcos teóricos y se metieron a territorio como cualquier Indiana Jones en busca del arca perdida. Y se encontraron de frente con las protagonistas del sector: las camareras y afanadoras de los hoteles, a las que nadie osa preguntar cómo la pasan. Ellos lo hicieron y sus respuestas no dejaron indiferente a nadie.

“No me veo llegando a los 67, yo creo que mi cuerpo no va a aguantar” (Blanca).

“De las cervicales y la espalda estoy hecha una porquería porque hay que hacer mucho esfuerzo, levantar muebles” (Vero).

“Eso de acusarnos de robo nos ha pasado a casi todas” (Lucía).

Se determinó que el salario mensual de las camareras mexicanas, en promedio, era de 3,600 pesos. Recordemos que sale de la Riviera Maya, un destino clasificado de gran turismo. Sin embargo, los ingresos importantes eran las propinas, de 3000 pesos quincenales.

Las camareras españolas ganaban bastante mejor: 1300 euros mensuales, con jornadas de 8 horas y 19 habitaciones a servir. Pero en la hotelería ibérico hay una modalidad eventual, cada vez más utilizada, con una tarifa misérrima de 400 euros, horarios extendidos y pagos por camas hechas, que facilita la explotación.

“Se supone que trabajo 4 horas al día, pero me quedo todos los días tiempo de más y se le regala a la empresa entre 1 hora y media y 2 horas” (Irene, española).

“Me gustaba antes, ya no, ya estoy quemada, antes al menos podías saludar al cliente, hoy en día no hay tiempo de nada” (Sara española)

“Aunque tenga hambre sigo trabajando y hasta que no terminas no bajas a comer” (Raquel).

“El sueldo es bueno, aunque es mucha la matanza, sobre todo en la temporada alta”, dice Carmen, mexicana. “Te pueden dar 16 y hasta 17 cuartos y sales a las 7:30 u 8:00 de la noche, pero descuidas lo que es tu hogar, tu hija, en mi caso”.

Las connacionales dijeron que aceptan el desgaste físico si eso representa un mayor ingreso. También, lamentaron que cada vez menos hoteles ofrezcan un puesto de planta y que contratan por año, con una semana de descanso no pagado, y después las vuelven a emplear.

En la Riviera Maya se entrevistaron 18 camaristas (17 mujeres y un hombre). En España, los testimonios se levantaron en Málaga y casi todas las participantes tenían empleo fijo. Al final, los resultados fueron publicados por Antonio Balbuena Vázquez y Álvaro López López en Cuadernos de Turismo, número 51, año 2023, de la Universidad de Murcia.

El punto de partida de Balbuena y López se cumplió: “La mayoría de estos puestos son precarios, de mayor estacionalidad, con jornadas a tiempo parcial, con bajos salarios”. De ahí que titularan su ensayo Percepción de las camareras de piso de la Riviera Maya y la Costa del Sol sobre su precariedad laboral.

¿Y las de Polanco? También ahí hubo datos similares de abuso y necesidad, aunque la investigación empleada fue estadística. Se midieron variables como la edad, la educación y la desigualdad salarial. Compartimos a continuación algunos datos.

El 41.4 por ciento del personal tiene de 19 a 29 años de edad. Esto corrobora lo sostenido por el Laboratorio Laboral, de que el turismo es el principal empleador de jóvenes.

Son gente preparada. 44.2 por ciento tiene educación superior, con licenciaturas en administración de empresas, contaduría, mercadotecnia, comunicación, psicología y, en una menor medida, (extrañamente) en turismo y gastronomía.

El 35.9 por ciento de los trabajadores consultados, la mayoría en este caso, gana un salario menor a 5,000 pesos mensuales. Después, el 31.1 por ciento recibe entre 5,000 y 10,000 pesos; le sigue el 17.5 por ciento, con un sueldo de 10,000 mil a 15,000 pesos mensuales.

En Chapultepec-Polanco, el 75.8 por ciento de los trabajadores se encuentra en niveles medios y altos de precariedad laboral, según el caso de estudio de María del Consuelo Méndez Sosa, Elsa Esther Vargas Martínez y Yolanda Gabriela Román Sánchez, publicado en el número 24, año 2021, de la revista Compendium, de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, de Venezuela.

La tabla de resultados pudiera concentrarse en esta cita: “El trabajo de la hospitalidad es en gran medida explotador, denigrante, mal pagado e inseguro”.

Cuando el desempleo cunde, cuando la pobreza arruina vidas y hogares, no hay trabajo malo que la gente no esté dispuesta a hacer. Ante la dura necesidad, cualquier oportunidad honesta es aceptable

Pero una ciudad que desee el éxito de sus jóvenes, una que busque un ambiente próspero para todos, no puede confiar en la hotelería turístico para tal fin, como acaba de verse.

Por ello, el nuevo hotel que va a construirse en Tampico, anunciado por el gobernador, debe interpretarse, en términos amplios, como una mala noticia. Y se trata, en realidad, de una doble mala noticia, ya que se edificará en terrenos de la Laguna del Carpintero.

En una sociedad libre, cualquier persona tiene derecho a invertir en hoteles y restaurantes, y habrá algunos, seguramente, que acepten los empleos resultantes. Que vengan todos los que quieran, pero que compren el terreno, que paguen por la propiedad a un particular, y que no se acomoden en los espacios públicos de la ciudad, cada vez más escasos, como la triste y violada Laguna del Carpintero.

Se ha difundido la noticia de este proyecto como la promesa de un conquistador a una tribu salvaje, a la que asombra con un juguete de cuerda para dominarla. “Tampiqueños, ahí les va su hotelote”.

Qué diferencia con las buenas nuevas escuchadas en Guadalajara en estos días. Foxconn, fabricante de chips para IA, comercializadas por Nvidia, construirá la planta más grande del mundo en tierras tapatías; ya tiene presencia en Chihuahua y Baja California y emplea a 5000 personas, quienes, por cierto, ganan varios salarios arriba de cinco mil pesos mensuales.

De esos salarios no se va a hablar acá porque los hoteles, como queda expuesto, pagan poco. Claro que crean riqueza, pero a los dueños y sus socios. Es el tipo de proyectos del siglo pasado, en el que cualquier inversión era deseable con tal de que creara empleos.

Hay ciudades mexicanas que ya atraen capitales de los sectores emergentes de la industria, como las tecnologías de la información, las telecomunicaciones y la aeroespacial; Tampico Madero y Altamira están descartadas. La zona conurbada se parece a la muchacha fea de la fiesta a la que nadie invita a bailar. Pero ya nos van a mandar un hotel, un Sheraton, un Marriott, un Hilton quizás, para contentarnos.

El precio de tener empleos mal pagados será entregar la Laguna del Carpintero.