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Abiertos a Dios y al hermano

Domingo de Ramos

Abiertos a Dios y al hermano

Por: Sacerdote José David Huerta Zuvieta

Querido lector, hemos llegado a la puerta de la Semana Santa con la celebración dominical de Ramos, que nos recuerda la entrada triunfal del Señor en Jerusalén (Mt 21,1- 11).

Para muchas personas es un tiempo de reflexión y oración; para otros es tiempo de vacaciones y diversión; y para otros más serán días de trabajo. Cualquiera que sea tu situación, es importante dedicar un espacio de tiempo para meditar sobre el sacrificio de Jesús en la cruz.

Para ello te propongo te hagas la siguiente pregunta: ¿Cómo me estoy preparando para recibir a Cristo en mi corazón como mi salvador y redentor esta Semana Santa?

La Liturgia de la Palabra nos propone los siguientes textos: Isaías 50,4-7, el salmo 21 (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, que Jesús citará clavado en la cruz), la segunda carta del apóstol San Pablo a los Filipenses 2,6-11 y la Pasión de nuestro Señor Jesucristo según el Evangelio de San Mateo (26,14-27,66), que es un pasaje grande y rico que escucharemos hoy domingo y en la celebración del viernes santo, del cual delineamos dos meditaciones para la reflexión.

  1. Jesús en su pasión deja ver la importancia de su relación con Dios. Dice “Padre mío, si es posible, que pase de mi éste cáliz; pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres tú” (Mt 26,39). Esta oración la repite por tres ocasiones de modo que abre su corazón al Padre y le revela lo que está sintiendo: su dolor físico y moral por los pecados del mundo, manifestando confianza y abandono, y absoluta disponibilidad.

El momento más difícil de esta relación con Dios es cuando en la cruz dice: “¿Dios mío, ¿Dios mío, por qué me has abandonado?” (Mt 27,46), experimentando soledad, pero al mismo tiempo confianza en el Dios de Israel que ha prometido acompañar siempre a su pueblo, con una certeza: “sé que me escuchas”.

“Todo está consumado…Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” es una voz potente de súplica y confianza en Dios que indica el deseo de Jesús de entregar su vida, su corazón, su espíritu, plenamente, al Padre. Luego el Padre, a través de la misma naturaleza, responde conmovido por la muerte de su Hijo por amor: el velo del templo se rasga, la tierra tiembla, las piedras se parten, se abren los sepulcros.

  1. Como segunda reflexión podemos encontrar en la Pasión de Jesús que toda la maldad humana es atraída hacia su persona para reelaborarla desde la gracia: Judas traiciona al Señor, los apóstoles no pueden velar ni siquiera una hora, los apóstoles huyen, Pedro lo niega tres veces, el Sanedrín busca y rebusca una causa para condenarlo y matarlo, Pilato reconoce que es inocente y se lava las manos y lo entrega injustamente a la muerte, los soldados se burlan de él y lo golpean, etc.

 

 

Toda esta infamia de la humanidad hacia el Señor se puede resumir en la frase de Mt 27,25 donde el pueblo grita: “que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. El pueblo aparentemente se hace responsable de la muerte de Jesús y además suena a una especie de maldición. Pero es todo lo contrario, porque el pueblo no sabe lo que dice, pero lo que dice se vuelve más profundo. La sangre de Cristo cae sobre ellos, sobre sus hijos y sobre toda la humanidad, pero no como amenaza sino como donación salvadora.

El Señor recoge todo este mal y lo devuelve elaborado como gracia, justificación, redención y salvación. Es importante comprender esta parte de la Pasión del Señor. Por eso se revela a los hombres a través de su Palabra, para que comprendamos que el odio, la venganza, la violencia, se vencen desde el amor, el perdón y la misericordia. Y este es un camino que la humanidad todavía no ha comprendido.

Por eso todo el acto de amor de Jesús manifestado en la cruz se resume en la Eucaristía, porque se dona voluntariamente, se entrega con todo su corazón, radicalmente.

Por eso el sacerdote dice “Esto es mi cuerpo…esta es mi sangre…hagan esto en memoria mía”. Y al final de la Misa el sacerdote dice: “Vayamos a vivir lo que aquí hemos celebrado”, es decir, la tarea es hacer vida el misterio de amor que hemos celebrado.

Con su pasión y muerte Jesús nos consigue la salvación. Todo el mal lo elabora para salvarnos. Por eso no hay mayor expresión de amor que su entrega en la cruz, donde nos manifiesta que nos salva con un amor inmenso. Esto nos presenta la lectura de la Pasión de Cristo según San Mateo que escucharemos en la Liturgia de la Misa.

Querido lector: estos días que el Señor nos regala son momentos para pensar ¿qué lugar ocupa Dios en nuestra vida? Podemos retomar, fortalecer o hacer crecer nuestra relación con Él. Pero también son momentos para practicar la caridad con el prójimo a ejemplo de Jesús que se entregó por nosotros en la cruz.

Preguntémonos ¿qué lugar ocupa mi hermano en mi vida de fe?

¿Descubro en él la presencia de Dios?

Finalmente, dispongamos nuestro corazón y nuestra familia para que pueda morar entre nosotros y celebremos con gozo la Pascua, es decir, la resurrección del Señor.

Que tengas un bendecido domingo y un alegre inicio de Semana Santa.

Pbro. José David Huerta Zuvieta Nota: Para esta reflexión me he apoyado en las pautas dadas por la Animación Bíblica de la Arquidiócesis de Guayaquil