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AL VUELO-Aguja

AL VUELO-Aguja

Por Pegaso

¿Cómo va aquel versículo del Nuevo Testamento? ¡Ahhh, sí! Dice que «es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre al reino de los cielos».

Y es que estaba yo recostado muellemente en mi cómodo cumulonimbus, allá, cerca de la estratósfera, viendo en algunos canales de Internet cómo los artistas de Hollywood se dan vida de reyes, o mejor aún, de jeques árabes o de consejeros del INE.

Viven en mansiones de ensueño, con unos jardinzotes más grandes que la Plaza Mall, con dos o tres aviones a la puerta, cien mayordomos, siete autos Ferrari superdeportivos, uno para cada día de la semana y una chequera más abultada que el Directorio Telefónico de la capirucha.

Yo recuerdo que hace apenas cien años, los negros eran esclavos en las plantaciones de algodón de Texas y Luissiana, pero ahora son más ostentosos incluso que los blancos.

Hagan ustedes el siguiente ejercicio. Tecleen en Google la siguiente frase: «Las mansiones de las Estrellas de Hollywood».

La primera opción nos muestra 24 mansiones de otros tantos famosos millonetas, empezando por la actriz de color Rihanna, con una casita valuada en 7 millones de dólares a la que se conoce como «La Fortaleza».

Ozzy Osborne (blanco), un güey que está más loco que una cabra, tiene un tecurucho de mil metros cuadrados que cuesta 10 millones de dólares.

John Travolta (blanco), éste sí me dejó con el ojo cuadrado. Su pocilga tiene un valor de apenas 14 milloncillos, pero cuenta con un avión tipo Boeing que puede abordar desde su cama, uno más de mediano tamaño y una avionetita más modesta, para ir a recoger el periódico al patio.

Silvester Stallone (blanco), no le pide nada a los anteriores, y se ve que cada madrazo que recibió en la serie de Rocky le hizo ganar un montón de billetes verdes. Su casa sólo cuesta 26 millones de dolarucos.

Will Smith (negro), vive en un sitio paradisíaco en Malibú, con un lago de aguas azules y crepúsculos arrebolados… perdón, enmedio de un bosque con varias canchas deportivas y albercas. Veintiséis millones de dólares le costó el chistecito.

Beyoncé, otra negrita gordibuena tampoco se da mala vida. En su pocilga de 40 millones de dólares tiene todo lo que desea tener en este mundo.

Tigger Woods, el morenazo golfista no canta mal las rancheras. Para trasladarse de un lugar a otro debe tomar no uno, sino varios carritos de golf. La casita del tipo tiene un precio de más de 50 millones de dolarucos.

Brad Pittin se da vida de pobretón. Aunque ya no está a su lado Angelina Julie, tiene una cabañita de 60 millones de dólares en una localidad al sur de Francia.

Michael Jackson, el único negro blanco, cuando la vida le sonreía, se construyó una pequeña pajarera de apenas 100 millones de dólares, conocida mundialmente como Neverland, por aquello del síndrome de Peter Pan que padecía.

De cada lista de mansiones que aparece en Internet, la mayoría son de artistas de color, lo que reafirma la sospecha de que son los más faramallosos, quizá como una revancha de lo que fueron sus antepasados en las plantaciones de algodón.

Por supuesto que tal dispendio es criticable, si tomamos en cuenta que en África y otros países del mundo miles de niños mueren de hambre a cada minuto.

La desigual distribución de la riqueza es tanto culpa de los millonarios y poderosos como de nosotros mismos, los que consumimos sus productos, escuchamos sus canciones o vemos sus películas.

Esa es la esencia del capitalismo feroz e inhumano que hoy domina sobre el planeta Tierra.

Nos quedamos con esa reflexión, pero también con el refrán estilo Pegaso que dice: «Míseros potentados, ¡siento por ellos enorme tribulación!» (Pobres millonarios, ¡qué lástima me dan!)