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Amor eterno

TRIBUNA

Amor eterno

Por: Javier Terrazas

Creo que estas dos palabras tan profundas AMOR y ETERNO, sintetizan lo que es el amor entre una madre y un hijo (a).

Inicia desde el momento de la concepción, es producto del amor de sus padres.

Y va creciendo cada día, desde los primeros cambios químicos y corporales se la madre.

Las caricias a su vientre.

Las canciones que le cantan para que se tranquilice por las noches o cuando está inquieto (patea).

Y se reafirma de manera muy fuerte en el momento de alumbramiento.

En ese primer contacto de piel, en el amamantamiento, en el primer abrazo, en las primeras miradas.

Como padre, toca ser testigo de ese inicio de un lazo indisoluble que se acrecentará día con día.

Con las caricias, la ternura, las sonrisas, los abrazos.

El abrazo apretado, cálido, duradero de una madre en los primeros años de vida es uno de los regalos de Dios más grandes que en lo personal he recibido.

Y nunca se olvida, se queda tatuado en la piel.

Como destinatario de esas caricias tu cuerpo y mente registran todo, el contacto de las manos, de la piel, de las mejillas, la mirada, el aroma a mamá, el entorno del suceso, el día, la hora, el instante.

Y te acompañan para toda la vida.

En cada etapa de la vida posterior, cuando vas tomando conciencia e independencia en la vida, ese abrazo apretado, ese beso, esa bendición, son vitamina pura, le llamo VITAMINA F (familia), que te impulsa.

Por asuntos de formación educativa, dejé el hogar a temprana edad. Realicé parte de los estudios de secundaria como becario en un internado de una Escuela Secundaria Técnica al su sur de mi natal Chihuahua.

A ocho horas en camión, pero en aquel tiempo se ocupaban dos días para hacer coincidir los autobuses entre Jiménez- Chihuahua- Madera, así es que solo acudía en vacaciones de verano, semana santa y diciembre a casa.

Y esas vacaciones de muchos abrazos, besos y acompañamiento a mi madre, siempre una fuente inagotable de cariño para cada uno de sus seis hijos.

En la etapa de juventud tuve un mayor contacto pues el bachillerato lo cursé en una ciudad más cercana, a tres horas en autobús. Y disfruté con mayor intensidad de sus mimos, caprichos y me dejé consentir.

Cuando llegó el tiempo de la universidad la distancia física se multiplicó, pues me trasladé a otro estado del país, Tamaulipas, que se convirtió en mi segunda casa. Igualmente, las vacaciones fueron sagradas y consagradas a la familia, pues se nutría y retroalimentaba ese amor maternal.

Ya en la etapa de adultos mayores, mi madre y padre pasaron tiempo de calidad con parte de sus hijos radicados en la capital tamaulipeca. Fueron años y meses invaluables.

La convivencia diaria con ellos, fue maravillosa.

Incluso tras la muerte de mi padre, mi madre permanecía meses en Tamaulipas.

Luego vino una etapa complicada de salud de ella. Pero incluso en su condición, siempre fue una fuente inagotable de amor a cada uno de los hijos.

La amplia convivencia por más de dos años en los momentos en que su mente se apagaba paulatinamente por demencia senil, fueron se mucha ternura, de cientos y miles de abrazos y besos.

Quizás de los que no pude disfrutar de los 13 a los 50 años, es que físicamente me ausenté y solo acudía en periodos vacacionales.

Por la gracia de Dios mi madre tuvo larga vida. Falleció a los 85 años.

Fue una madre cariñosa, consentidora, alegre, jovial, elegante, buena conversadora, trabajadora, le gustaba el canto y el baile. Una madre a toda madre.

Fue ama de casa, comerciante, activista social, operadora política y no le asustaban los trabajos duros. Sabía montar a caballo pues en sus tiempos de juventud ayudaba al abuelo en tareas de los vaqueros.

Fue madre de seis hijos a quienes dio todo su amor por igual.

Fue como una madre para dos de sus nietos mayores. A uno le transmitió sus dones de cantante y a otra su autonomía y dinamismo.

Fue madre de dos de sus hermanas menores, a quienes contribuyó en su formación escolar y moral.

Fue madre de su propio esposo, quien le llevaba doce años de ventaja y en la etapa senil, lo cuidó como a un hijo más.

Los chihuahuenses, en nuestro hablar característico pronunciamos «muchchcho»  la ch…ch…ch… y la s.

Hay frases por las que los fuereños se ríen un poco de nosotros.

Porque se juntan muchas veces la ch…. como» llévale la mochila a la chavala» …. «están chulas las muchachas», etc… etc…

Y es muy común la palabra mucho, que pronunciada al estilo chihuahuense, se nota más.

La uso ahora y con mayúscula, para referirme a mi madrecita querida que ya está en el cielo desde hace más de un año.

Para agradecer a Dios porque me dio y tuve MUCHCHCHA MADRE.

Gracias madre, porque desde donde estás siguen mandando esos ricos y deliciosos abrazos intensos, cálidos, llenos de ti. Y que permiten que la vida tenga sentido.

Un abrazo enorme hasta el cielo MINER.

El amor de madre es eterno.

Rebasa la frontera terrenal.

Abrazo a todas las madres en su día.