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¿CIUDADES O ALDEAS?

LETRA PÚBLICA

¿CIUDADES O ALDEAS?

 RODOLFO SALAZAR GONZALEZ

Recuerdo que el difunto Luís Donaldo Colosio era partidario de un endeudamiento saludable en el gobierno de la República para poder realizar con estas inyecciones de recursos obras en beneficio de la mayoría. Estas declaraciones de Colosio en favor que el estado tenía que hacer uso del crédito para crecer y desarrollar la industria y la agricultura que en aquel entonces era un ramo que aún tenía señales de vida, las formuló ante las camisas de fuerza que el Salinato utilizaba en México, donde tan solo se dedicaba a recaudar y a gravar a las mayorías para poder seguir cumpliendo con los requerimientos del Banco Mundial y quedar bien ante el Fondo Monetario Internacional. Colosio agregó en aquel entonces antes de que lo mataran que el gobierno de la República (refiriéndose a Salinas) “había hecho de la macroeconomía un fetiche en perjuicio de las mayorías necesitadas”.

Esto viene al caso por la razón de que es muy frecuente que los aspirantes a gobernar una ciudad realicen una intensísima batalla electoral como si fueran en busca del santo grial, que en este caso serían los recursos públicos de un municipio, para que cuando lleguen al poder municipal, tan solo se dediquen a declarar a quien los quiera escuchar, que no hay recursos, que no hay dinero para hacer obras, que la ciudad está endeudada, y que vamos adoptar un régimen de austeridad, en el que curiosamente resultan intocables sus compensaciones y sus salarios, así como los vehículos y telefonía celular, como el personal de apoyo que utilizan en sus actividades diarias. Me da la impresión de que cuando son candidatos están totalmente desconectados de la realidad financiera del municipio que aspiran a gobernar, lo que me lleva a pensar que lo único que buscan es trascender y con esto construir una trayectoria personal que pudiera registrarlos como figuras estelares (ganando un abultado salario y compensación) en la micro historia de cada ciudad.

Frecuentemente en las redes se manifiesta inconformidad con la falta de responsabilidad de las autoridades municipales para ofrecer seguridad en la zona centro del puerto, que frecuentemente es golpeada por los ladrones y los vándalos que se inclinan por el cristalazo para robarse las pertenencias que haya en el vehículo que están saqueando. Esto sucede atrás de la presidencia municipal y no es un caso aislado, es una realidad recurrente, que en las redes sociales nos hagan saber lo peligroso que significa transitar por la zona donde se encuentra el palacio municipal, porque pareciera ser que es el sector preferido de los ladrones, por la falta de una vigilancia eficaz que pueda ofrecer garantía de que los bienes personales de un tampiqueño están asegurados y protegidos por la fuerza pública que debe ser una de las tareas fundamentales del alcalde en turno.

Ya hemos escrito en otra ocasión que los delitos denunciados a la policía por la población ofendida son la punta del iceberg, la gran mayoría de los ofendidos desesperados por carecer de influencia que les permita ser atendidos o al menos escuchados se sienten impotentes y ante la posibilidad de ser nuevamente ofendidos (ahora por la policía) deciden guardar silencio.

La diferencia entre una ciudad y una aldea es que la segunda carece de infraestructura administrativa, rigiéndose tan solo por una serie de costumbres que la tradición convirtió en leyes, contando con la presencia de un líder moral todopoderoso que escogido por un Dios es el encargado de impartir justicia y de sancionar decidiendo según el comportamiento observado, quien tiene el derecho de vivir o de ser expulsado de la aldea y además repartir entre sus consentidos los cargos directivos que existen en la aldea, que casi siempre cae en los parientes o esposas del monarca de esa organización social primaria.

Las ciudades en cambio cuentan con toda una estructura de administración pública representadas por los ayuntamientos. Que en teoría deben ser los mejores hombres y las mujeres de la ciudad y que deben gozar permanentemente mientras dure su mandato de la simpatía y el apoyo de los ciudadanos que los eligieron. Y que deben sobre todo cumplir con los proyectos que ya existieran de mandatos anteriores y no empolvarlos por el prejuicio de que están favoreciendo la popularidad de una administración anterior. Tampoco puede un ayuntamiento dedicarse tan solo a barrer la ciudad, a visitar las escuelas, y a celebrar festejos populares. El mandato de un ayuntamiento es buscar y tramitar los recursos y el financiamiento para realizar obras de infraestructura que los alejen cada día más de parecer una aldea y nos acerque más a convertirnos en una metrópoli, como en los inicios fue para todas las huastecas nuestra ciudad.

Del ayuntamiento depende la supervisión, la sanción y porque no el reconocimiento de las autoridades administrativas auxiliares que no fueron electas por el pueblo pero que designaron  en forma colectiva el cabildo. Tres son los frentes que principalmente deben cuidar un ayuntamiento que persiga la finalidad de proteger a la ciudad: la policía, la limpieza y las obras públicas. Principalmente el renglón sobre el que más se debe ejercer estricta vigilancia por la naturaleza que conlleva, es el renglón de la seguridad pública y sobre todo buscar recursos públicos para realizar obras de calibre y no tal solo actos de relumbrón.

Si un ayuntamiento (me refiero al conjunto de regidores y síndicos) cae en el imperdonable error de no cumplir con “el principio de autoridad” y no remueve o cese a los encargados de estos tres renglones principales de la administración municipal por no cumplir con su deber, están desempeñando de forma incorrecta y dolosa el mandato que les otorgo el pueblo de Tampico. En el caso de los recursos que anunció la autoridad municipal fueron desviados por el ayuntamiento anterior, la obligación jurídica irrenunciable es la de presentar por medio del síndico primero, ante un fiscal los hechos que son constitutivos según ella, de un delito, si no lo hace incurren en una conducta a todas luces condenables y que en un momento dado pudiera ser considerada punible.

Queda en la decisión de los ayuntamientos decidir si la comunidad que presentan es una ciudad o simplemente una aldea.

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