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Cultura y arte en terapia intensiva

Rutinas y quimeras

Cultura y arte en terapia intensiva

Clara García Sáenz

Históricamente la universidad como centro de conocimiento ha tenido como punto de partida tres elementos que la integran: la docencia, la investigación y la cultura; como solía decir un viejo maestro, “debemos pensar a la universidad como una mesa de tres patas”. Bajo ese diseño, la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT) ha cumplido con estas tareas sustanciales, creando en 1965 el departamento de Difusión Cultural para atender acciones de carácter artístico que desde años atrás se venían desarrollando de manera incipiente como el teatro experimental.

Aunque en la década de los 70 el fomento cultural y artístico se desarrolló en forma dispersa, para fines de la misma empezaron a surgir agrupaciones cuya consolidación de dio durante los siguientes años, como es el caso del Ballet folclórico universitario. Ya en los ochenta, con el impulso por el extensionismo cultural, no solo surgieron más agrupaciones artísticas, como la Tuna universitaria y el grupo de pantomima Espejos, sino también se desarrollaron muchas actividades que iban desde la edición de libros y revistas hasta proyecciones cinematográficas ambulantes en 16 milímetros que ofrecían funciones en zonas marginas.

Para la década de los 90 la consolidación de la política cultural universitaria se dio desde dos frentes que realizaron un arduo trabajo tanto intramuros como extramuros tanto en Tampico, donde se encontraba la Dirección de Extensión Universitaria, como en Ciudad Victoria, desde la Subdirección de Extensión Universitaria, que realizaba programas culturales independientes a los realizados en Tampico.

En ambas instancias se editaban revistas literarias y de difusión de la cultura, libros de poesía y narrativa, se organizaban encuentros, conferencias magistrales, talleres artísticos de la más diversa índole, funciones de teatro, danza, guitarra clásica y nació la radio cultural universitaria. En términos generales, podría decirse que el extensionismo cultural universitario gozó de cabal salud, hasta que con la llegada del nuevo milenio, el neoliberalismo tocó las políticas universitarias y el extensionismo desapareció y empezó a ponerse de moda la vinculación (una política orientada a estrechar lazos ya no con la comunidad sino con las empresas); de ahí que las acciones culturales fueron enfocadas a la atención de los alumnos, vinieron las reformas y a la oficina que atendía la cultura y el arte se le dio el nombre nuevamente de Difusión Cultural, estableciendo las políticas intramuros como prioritarias.

Sin embargo, durante los primeros 20 años de este milenio, se hicieron grandes avances en la difusión cultural que redundaron en beneficio de la formación cultural de los universitarios como los concursos universitarios tanto musicales y literarios y el disfrute de las artes en la sociedad como el Festival del Folclor Universitario y la Feria Universitaria del Libro; sí como una amplia oferta de talleres y grupos artísticos además de la profesionalización y especialización de su personal que cursaron diplomados y maestrías en promoción cultural.

Pero con la llegada de Mendoza a la rectoría se desmanteló el proyecto cultural y ahí comenzó todo, al llegar a la Secretaría de Vinculación (de cual depende la oficina de cultura) un animador deportivo, quien sin entender de qué se trataba la difusión de la cultura y la vocación universitaria de la cultura, comenzó por cambiarle el nombre de Difusión Cultural por el de Cultura y Arte, porque según se merecía un nombre igual al que tiene esa oficina en el Tec de Monterrey.

Entre el estira y afloja del poder, Mendoza nombró como director de Cultura y Arte a un tampiqueño que nunca se llevó bien con el Secretario de Vinculación que también venía de Tampico; lo cual repercutió en que la oficina de Cultura y Arte se volviera un cascarón que solo administraba los talleres artísticos en medio de una disputa de los antiguos trabajadores contra los privilegios y plazas repartidas a advenedizos con altos suelos, dejando a un lado a muchos que desde años están firmando contratos con promesas incumplidas de una base. Sumado a un tiempo y presupuesto mal gastado entre tanta ida y venida de su director que nunca despacha de tiempo completo en Ciudad Victoria, ya que tiene una plaza de tiempo completo en la Facultad de Música y Artes en Tampico. Entre el desastre de la política cultural universitaria se desmanteló una sala de lectura que Difusión Cultural tenía instalada en Centro Universitario Victoria con más de 4 000 ejemplares para que los universitarios en sus horas libres pudieran ir a leer y disfrutar del espacio; al llegar los nuevos directivos, (los cuales por cierto nunca se asomaron a ella ni por equivocación), la condenaron primero a ser bodega y después guardaron en cajas y bolsas de plástico todo el fondo editorial y lo mandaron a una bodega.

A pesar de eso, el Secretario de Vinculación se volvió el paladín de la promoción de la lectura y anunció con bombo y platillo la organización de la Feria Universitaria del Libro, que más que feria era un circo de tres pistas; porque la oferta editorial era muy poca y cara; relegando a la producción editorial de la UAT a un foro alterno, pequeño y arrinconado, donde se presentaban los investigadores y sus obras, mientras que en el gran foro le daban tribuna hasta a ministros evangélicos; la ironía más grande era ver como las universidades privadas tenían sus stands donde ofertaban sus carreras patito, luego también el asunto era garnachero porque había gran oferta para comer o comprar productos artesanales, geeks y otakus, entretener cientos y cientos de niños en talleres infantiles y solo había 15 stands de libros. Alguien me platicó que todo ese despliegue lo realizaba una empresa que estaba subcontratada para organizar la feria cuyo costo era millonario desde los espectaculares que se utilizaban en las principales ciudades del estado para su promoción, presupuesto que directamente manejaba dicho secretario.

La obra musical Vaselina fue quizá la más emblemática actividad artística después de la feria del libro, con la que sin duda se mostró la frivolidad de lo que se entendía por promoción artística universitaria; obra que desde la oficina de la esposa de Mendoza fue montada por un capricho personal y que según se comentaba, prácticamente todo se financió en efectivo y sin facturas.

En terapia intensiva ha recibido la nueva administración rectoral la política cultural universitaria, donde se manejaron presupuestos nunca antes vistos y con nulos resultados. Hará falta un golpe de timón para que se recupere la larga tradición universitaria de la cultura que, como solía decir el rector José Ma. Leal, “es la cara bonita de la UAT”.

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