El espejo social de México
Rutinas y quimeras
Clara García Sáenz
El espejo social de México
Si usted quiere ir a ver la nueva película de Luis Estrada “Qué viva México” tendrá que prepararse mentalmente para estar, tranquilamente sentado tres horas 10 minutos esperando la vertiginosa historia que cree que es, porque la sorpresa nunca llega, al contrario, el largometraje es como subir a un tobogán que desciende a una velocidad moderada a un lugar donde sabemos todo acabará mal.
Muy alejada de las que tal vez son sus mejoras películas “La ley de Herodes” y “El infierno”, “Que viva México” centra su crítica en los grupos sociales mexicanos, un espejo horrible de lo que somos.
Ahí está la aristocracia vulgar, corriente, abusiva, ignorante, racista y antiamlo; los aspiracionistas, endeudados, lambiscones, arribistas; la extensa familia mexicana donde hay de todo: el tonto, el narco, la puta, el gay, la madre soltera, el artista, la madre abnegada, la abuela cabrona y el padre que va desde la ternura al odio, machista, consentidor y eterno hacedor de proyectos que lo volverán rico; el político corrupto y pueblerino que repite el discurso del presidente de la república y es militante de MORENA pero que sigue atado a sus vicios y mañas políticas; y el ingrediente anticlerical muy marcado en todas las películas de Luis Estrada.
Con este coctel arma la historia nada original del abuelo que muere y todos como zopilotes esperan la lectura del testamento. En muchos momentos con tramas predictivas, Estrada va tejiendo finamente el ensayo sociológico de una versión moderna de “Los hijos de Sánchez”. Para eso ocupa tres horas, para desmenuzar la sociedad mexicana entrampada en sus fobias, sueños y vicios.
Es un crudo retrato de una clase baja floja, viciosa, fiestera, con muchos sueños, pero feliz. La familia de Rosendo Reyes están al margen de la política, son parias que viven entre el mal comer y los pretextos para enfiestarse. Es para los críticos del gobierno de AMLO, el lugar a donde no ha llegado la cuarta trasformación y no existe el pueblo bueno. Ningún personaje es bueno, todos son ambiciosos, mentirosos, codiciosos, capaz de traicionar a su propia familia. Y la premisa final, muy recurrente en la idiosincrasia mexicana: el flojo espera hacerse rico y no sabe que está sentado en un tesoro inmenso que por su incapacidad y corrupción termina siempre en manos de los extranjeros. Es también una forma de decir que no estamos a la altura de las circunstancias políticas actuales.
Esta cinta es también un largo homenaje al cine, en escenas espontaneas nos recuerda a “Mecánica nacional”, “El lugar sin límites,” “Allá en el rancho grande” con algunos personajes emblemáticos también como Varguitas el político de la “Ley de Herodes” o como el mismo Estrada lo dice “los trillizos son una remembranza de Los tres García”. No es una historia de comedia fácil, su ingrediente de humor negro puede en momentos intolerar al espectador. Sin embargo, tal vez el gran mérito es que nunca se le cae la historia a lo largo de las tres horas. Esta película no es una crítica política sino social de México, por eso, a muchos no les gustará.
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