Columnas

FEMINISMO LIBERAL O MARXISTA

Victoria y Anexas

Ambrocio López Gutiérrez

FEMINISMO LIBERAL O MARXISTA

Aunque las mujeres están activamente presentes en la mayoría de las situaciones sociales, los estudiosos y los actores  sociales han estado ciegos ante su presencia. En el mundo occidental la historia del feminismo comienza con los escritos publicados de protesta. Salvo alguna excepción, estos escritos vieron la luz por vez primera en la década de 1630 y continuaron publicándose sin demasiada fuerza, pero persistentemente durante aproximadamente 150 años. La sociología apareció inicialmente como una perspectiva científica entre  1840 y 1860, un momento álgido de protesta feminista, para luego convertirse en una Actividad profesional  entre  1890 y  1920, otra fase de expansión  del feminismo. ¿Cuál fue  la respuesta  de  los primeros  sociólogos  a esta  tradición  intelectual?

En su reporte, Carmen Guadalupe Lara Camacho responde: Primera, entre 1840 y 1960 la sociología  surgió  como una perspectiva para  luego  convertirse en una  disciplina académica organizada y profesional que desarrolló  una política  de géneros que, con el tiempo,  empujó a las «madres fundadoras» de la disciplina a la periferia de la profesión, se apropió o descartó sus ideas y las expulsó de los anales de la historia de la sociología. Segundo, las preocupaciones feministas se expresaron en los márgenes de la disciplina de la sociología, en la obra de teóricos marginales o de teóricas  marginadas. Tercero,  los  pensadores  más  destacados  de  la profesión desde Spencer, Weber y Durkheim, hasta Parsons- dieron respuestas básicamente conservadoras a los argumentos feministas que se les planteaban, y consideraron las cuestiones relativas al género  como  un tópico  irrelevante para la sociología que desarrollaban.

Los pensadores más destacados de la profesión se opusieron al feminismo. Parsons afirma que para que la familia funcione con eficacia debe darse en ella una división sexual del trabajo en la que los varones adultos y las mujeres desempeñan papeles muy diferentes. Los hombres han de tener una orientación «instrumental», manifestar dotes de mando, ambición y capacidad de autocontrol. Las mujeres, cuya tarea es el funcionamiento interno de la familia y el cuidado de los hijos y maridos deben ser «expresivas». Si hombres y mujeres se sitúan en un plano de igualdad en lo tocante a su función y orientación, la competencia entre ellos y ellas destruirá la vida familiar y debilitará el papel vital de la familia para el mantenimiento de la estabilidad social.

La literatura teórica sobre el género realizada en sociología desde los años sesenta del siglo pasado refleja no sólo la reactivación de una protesta feminista visible en la sociedad, sino también el movimiento sin precedentes de las mujeres de incorporación a la educación superior. Entre esta literatura se  encuentran trabajos  teóricos con una perspectiva esencialmente institucional, cuasi funcionalista, de la sociedad (J Bernard, 1982), escritos biosociales (A Rossi, 1977, 1983), escritos simbólico-interaccionistas (Best, 1983; Lever,  1978),  trabajos  fenomenológicos (Berger y Kellner, 1964), y  escritos  etnometodológicos (Garfinkel, 1967). El análisis de Master y Johnson sobre la anatomía de la sexualidad femenina han proporcionado a las teorías feministas los hechos básicos  para reformular la cuestión de la regulación social de la sexualidad, y Alice Rossi (1977, 1983) ha examinado con rigor los fundamentos biológicos de la conducta específica del género. La obra de George Ritzer es la base del texto de la futura socióloga.

El feminismo  de  Rossi  le lleva a abogar por medidas socioculturales que hagan posible que cada género compense, mediante el aprendizaje social, las desventajas biológicamente «dadas», pero como biosociología aboga también por el reconocimiento racional de  las implicaciones de la investigación biológica. Explicaciones institucionales de las  diferencias de  género. Las  explicaciones institucionales de las diferencias de género suelen acentuar también las funciones distintivas de la crianza y el cuidado de los hijos. En este contexto, las mujeres desarrollan interpretaciones distintivas de sus metas, intereses y valores, rasgos característicos necesarios de extroversión en las relaciones, «atención y cariño a los demás», y redes particulares de apoyo a otras mujeres (madres, hijas, hermanas, esposas, amigas) que habitan en su misma esfera separada de la de los hombres.

En la síntesis de nuestra alumna de la UAM de Ciencias, Educación y Humanidades se sostiene que las  explicaciones  sociopsicológicas de las diferencias entre los géneros son de dos tipos: teorías fenomenológicas y posestructuralistas, y teorías de la socialización. Teorías fenomenológicas y posestructuralista. Se centran en la continua configuración de nuestra cultura, lenguaje y realidad cotidiana mediante conceptos derivados de experiencias masculinas y mediante las categorías dicotómicos simples de las «tipificaciones» de la masculinidad y la femineidad. La teoría de la socialización complementa los análisis institucionales al centrarse en las experiencias de aprendizaje social que forman a las personas en general y a los niños en particular para adoptar roles y vivir en las diferentes esferas institucionales de la masculinidad y la femineidad

Cuatro temas caracterizan las teorías de la desigualdad entre los géneros. Primero, los hombres y las mujeres no sólo están situados en la sociedad de manera diferente, sino también desigual. Segundo, esta desigualdad procede de la  misma  organización de  la sociedad,  no de  ninguna diferencia biológica o de personalidad entre los hombres y las mujeres. El tercer tema de toda teoría de la desigualdad es que, aunque los seres  humanos individuales pueden  variar en lo tocante a su perfil de capacidades y rasgos, ningún modelo de variación natural relevante distingue a los sexos. Cuarto,  todas las teorías de la desigualdad suponen que tanto los hombres como las mujeres responderán mejor ante estructuras y situaciones sociales más igualitarias. Las principales variantes de teoría feminista contemporánea que se centran e intentan explicar la desigualdad entre los géneros: el feminismo liberal y el feminismo marxista.

Las feministas liberales subrayan el sexismo, una ideología similar al racismo que, por un lado, contiene prejuicios y prácticas discriminatorias contra las mujeres y, por otro, creencias dadas por sentadas sobre las diferencias «naturales» entre los hombres y las mujeres que explican sus diferentes destinos sociales. Bernard es una socióloga que ha escrito sobre la cuestión del género desde los años cuarenta, mucho antes de que los sociólogos percibieran la importancia de esta cuestión. The Future of Marriage constituye, tal vez, su libro más famoso sobre este tema Institucionalmente, el matrimonio confiere autoridad y libertad al rol del marido y decreta que la esposa ha de ser complaciente, dependiente, simple de espíritu, y estar esencialmente centrada en las actividades y las tareas domésticas.

Las feministas liberales proponen las siguientes estrategias para eliminar la desigualdad entre los géneros: a) La movilización en pro del uso de los canales políticos y legales existentes para lograr el cambio; la igualdad de oportunidades económicas. b) La introducción de cambios en la familia, la escuela, y en los mensajes de los medios de comunicación de masas con el fin de que las personas no se socialicen en roles de sexo rígidamente separados. c) El esfuerzo de todos los individuos para desafiar el sexismo allí donde lo encuentren en su vida cotidiana. Para las feministas liberales se llegará a una situación ideal cuando cada individuo pueda elegir el modo de vida que más le convenga y cuando se respete y acepte esa elección, ya sea ama o amo  de casa,  profesional no casado o miembro de una familia de doble ingreso, sin niños o con niños, heterosexual u homosexual.

NUESTRA ALUMNA de Sociología Contemporánea con énfasis en Latinoamérica añade: El feminismo marxista combina el análisis marxista de clase y la protesta social feminista y esta combinación da lugar no a una teoría más intensa de la opresión, sino más bien a una teoría más compacta de la desigualdad, es decir, de la desigualdad entre los géneros. Marx y Engels sentaron las bases de esta teoría. La principal preocupación  era  la opresión de clase social, pero con frecuencia les inquietaba también la opresión de género. Su análisis más famoso respecto de esta cuestión se encuentra en The Origins of the Family, Private Property and the State:

  1. a) La subordinación de las mujeres no es el resultado de su constitución biológica, presumiblemente inmutable, sino de un orden social que tiene claras raíces históricas. b). El fundamento relacional de la subordinación de las mujeres reside en la familia, constituye un sistema de roles dominantes y subordinados. c) La sociedad legitima tal sistema de familia al considerar esa estructura como la institución fundamental de todas las sociedades. d) Los factores que destruyeron este tipo de sistema social, dando lugar a lo que Marx y Engels denominaron ”la derrota histórico-mundial del sexo femenino” (Engels, 1884/1970:87. e) La explotación del trabajo desarrolló estructuras de dominación cada vez más complejas, en particular relaciones de clase; se creó el orden político para salvaguardar todos estos sistemas.

Sólo con la destrucción de los derechos de propiedad mediante la revolución comunista futura las mujeres obtendrán libertad de acción social, política, económica y personal. Antropólogos y arqueólogos han criticado las evidencias en que se basa Los orígenes, y las feministas acusan a esa obra de no captar muchos de los sentidos de la enorme complejidad de la opresión femenina expresa la afirmación de que todas las mujeres están oprimidas, analiza el modo en que la familia apuntala esta opresión -una institución considerada sagrada por los sectores más poderosos de la sociedad- y vincula las ramificaciones de la subordinación con el estatus económico y sexual de las mujeres.

Las feministas marxistas contemporáneas enmarcan las relaciones de género en lo que consideran la estructura más fundamental del sistema de clases, y en particular en la estructura del sistema de clases capitalista contemporáneo. Las mujeres de clases opuestas tienen entre ellas menos  experiencias vitales en común  que las de las mujeres de cualquier clase con los hombres de su misma clase. Las feministas marxistas admiten que dentro de todas las clases las mujeres están en desventaja frente a los hombres en lo que se refiere a bienes materiales, poder, estatus y posibilidades de autorrealización. Las causas de esta desigualdad residen en la organización del propio capitalismo. Las mujeres burguesas producen y crían a los hijos que en un futuro heredarán los recursos socioeconómicos de los padres. Las mujeres burguesas proporcionan también servicios emocionales, sociales y sexuales a los hombres de su clase. Y son recompensadas con un modo de vida lujoso, propio de su clase.

La desigualdad entre los géneros en las clases asalariadas también es funcional para el capitalismo y, por tanto, los capitalistas la perpetúan. Para las marxistas, la esposa del trabajador asalariado da a su esposo una experiencia mínima de poder personal, compensación por su ausencia real de poder en la sociedad. Ella es, en otras palabras «la esclava del esclavo» (MacKinnon, 1982: 8). La solución a la desigualdad entre los géneros es la eliminación de la opresión de clase. Esta destrucción sólo puede lograrse mediante la acción revolucionaria de una clase asalariada unida que incluya tanto a los hombres como a las mujeres. Haciendo que todos los bienes económicos pasen a ser bienes de toda la comunidad liberará también a  la  sociedad de  ese  subproducto de la explotación de clase que es la desigualdad entre los géneros.

Todas las teorías de la opresión de género describen la situación de las mujeres como la consecuencia de una relación de poder directa entre los hombres y las mujeres en la que los hombres, que tienen intereses concretos y fundamentales en el control, uso, sumisión y opresión de las mujeres, llevan a cabo efectivamente sus intereses. El patriarcado constituye una estructura primaria de poder que se mantiene intencionada y deliberadamente. Las feministas  psicoanalíticas contemporáneas intentan explicar el patriarcado utilizando las teorías de Freud y sus herederos intelectuales (al-Hibri, 1981; Chodorow, 1978; Dinnerstein, 1976; Kittay, 1984). En  términos generales, estas teorías describen y acentúan la  dinámica emocional de la personalidad, las emociones profundamente enterradas en el subconsciente o en áreas inconscientes de la  psique.

Subrayan  la  importancia de los primeros años de la infancia en la configuración de esas emociones. Sin embargo, en su intento de utilizar las teorías de Freud, las feministas emprendieron una reconstrucción fundamental de sus conclusiones, ya que el  propio Freud era marcadamente patriarcal. Reconocía las diferencias y la desigualdad entre los géneros, pero no la opresión de género. El patriarcado: es  la  idea  de que en este sistema todos los hombres intervienen mediante sus acciones individuales cotidianas continua y enérgicamente para crearlo y mantenerlo. Las mujeres ofrecen resistencia ocasionalmente, y la realidad nos revela que suelen consentir su propia subordinación o incluso intervenir ellas también en  su  favor. El cálculo cognitivo de los beneficios prácticos explica el apoyo masculino al patriarcado. Las feministas psicoanalíticas han identificado dos explicaciones posibles de la dominación de las mujeres:

Las teóricas feministas que desarrollan este tema señalan que las mujeres, debido a su estrecha y extensa implicación en la producción y crianza de nuevos seres, se sienten de modo característico menos oprimidas que los hombres ante el reconocimiento de su propia mortalidad (al-Hibri, 1981; Dinnerstein, 1976). Sin embargo, los hombres responden con pavor a la perspectiva de su extinción individual y adoptan una serie de defensas, que conducen todas a la dominación de las mujeres. Los hombres se ven impulsados a producir cosas que les sobrevivan -arte y arquitectura, riqueza y armas, ciencia y religión-. Todo esto se convierte en recursos para poder dominar a las mujeres (v a otros hombres) buscando también -en parte por envidia del rol reproductor de la mujer, y en parte por su apasionado deseo de lograr la inmortalidad a través de sus hijos- el control del proceso de la reproducción. Los hombres sienten la necesidad de negar, reprimir y controlar todos estos aspectos de la existencia, del mismo modo que intentan negar, reprimir y alejarse de su propia mortalidad; la mujer, símbolo de todos estos tópicos vedados, también es tratada como la Otra: temida, evitada y controlada.

El segundo tema del feminismo psicoanalítico se centra en dos aspectos del desarrollo en la primera infancia: El supuesto de que los seres humanos llegan a la madurez aprendiendo a equilibrar la tensión jamás resuelta entre el deseo de la libertad de acción -la individuación- y el deseo de confirmación por parte de los demás –el reconocimiento-el  hecho  observable de que en todas las sociedades los niños experimentan su primer y más importante desarrollo en estrecha, constante e íntima relación con una mujer,  sea su madre o una sustituta. El niño varón, que crece en una cultura que valora positivamente la identidad masculina, intenta separar rápida y torpemente su identidad de la de la mujer/madre. Esta separación culturalmente inducida, además de ser incompleta, tiene consecuencias destructivas.

El remanente emocional de la primera infancia hacia las mujeres -la necesidad, el amor, el odio y la posesión impulsa al hombre  maduro a buscar  una mujer propia que satisfaga sus necesidades emocionales, que dependa de él y a la que pueda controlar, es decir, siente una necesidad de dominar y encuentra difícil el reconocimiento mutuo. La niña, que siente lo mismo que el niño hacia la mujer/madre, descubre su propia identidad femenina en una cultura que infravalora a las mujeres. Crece con una mezcla de profundos sentimientos positivos y negativos hacia sí misma y hacia la mujer/madre, y esta ambivalencia destruye una buena parte de su potencial para resistirse a su subordinación social. Diversos motivos de la cultura popular -que se expresan en imágenes y opiniones tales como la persistente idea del dominio del hombre sobre la mujer- son interpretados por las teóricas psicoanalíticas como signos que expresan la ruptura del equilibrio requerido entre la tensión de la necesidad de individualización y de la necesidad de reconocimiento (Benjamín, 1985, 1988).

Cuando esta ruptura se produce totalmente, bien en una cultura o en una personalidad, aparecen dos patologías; el dominante sobre individualizado, que reconoces al otro sólo mediante actos de control, y el subordinado infra individualizado. Las otras variantes,) la teoría de la opresión el feminismo radical, el feminismo socialista y el feminismo de la tercera ola llevan a cabo con más eficacia estas dos tareas. Lo que caracteriza al feminismo radical es una intensa valoración positiva de las mujeres y, como consecuencia de ello, una profunda indignación y pesar ante su opresión. Las feministas radicales creen que toda sociedad se caracteriza por la opresión.

La estudiante de la Universidad Autónoma de Tamaulipas agrega: El patriarcado existe como forma social cuasi universal debido a que los hombres pueden ejercer el recurso de poder más básico, la fuerza física, para establecer su control. Una vez que el patriarcado se establece, los otros recursos de poder económico, ideológico, legal y emocionales también pueden ejercerse para mantenerlo. ¿Cómo se puede destruir el patriarcado? Las radicales mantienen que esta derrota debe comenzar con una reconstrucción básica de la conciencia de las mujeres, de manera que toda mujer reconozca su propio valor y fuerza, rechace las presiones del patriarcado que consiguen que se considere débil, dependiente y secundaria y trabaje con otras mujeres.

EL FEMINISMO socialista se expresa en un conjunto de escritos teóricos muy diverso, unidos más por su agenda que por sus conclusiones teóricas sustantivas. Los y las feministas socialistas se proponen unir lo que perciben como las dos tradiciones feministas más valiosas: el pensamiento feminista marxista y el feminismo radical. De este proyecto de síntesis han nacido dos subvariedades distintivas de feminismo socialista. La primera se centra exclusivamente en la opresión de las mujeres y en su comprensión mediante las ideas de la opresión de clase (del marxismo) y de la opresión de género (del feminismo radical). La segunda variante de feminismo socialista intenta describir y explicar todas las formas de la opresión social utilizando las ideas de las jerarquías de género y clase para explorar los sistemas de opresión basados no sólo en la  clase y el género, sino también en la raza, la etnicidad, la edad, la preferencia sexual y la localización dentro de la jerarquía mundial de naciones.

El término que más utilizan para el sistema que describen es el de dominación: En dos sentidos: Primero, como en todo feminismo, la opresión de las mujeres constituye el principal tema de análisis. Segundo, la localización y experiencia de las mujeres en el mundo constituye un punto de vista ventajoso desde donde contemplar todas las formas de dominación. Una estrategia de todas las feministas socialistas es atacar los prejuicios y las prácticas de opresión dentro de la propia comunidad de mujeres (Frye, 1983; Lorde, 1984). Las feministas socialistas intentan alcanzar el objetivo de desarrollar una teoría que interprete la más extendida de las instituciones sociales, la dominación. Las feministas socialistas han ido más lejos que los marxistas en tres sentidos importantes: En su redefinición de las condiciones materiales, en su reevaluación del significado de la ideología, y en su enfoque de la dominación.

Primero, han ampliado el significado de las condiciones materiales de la vida humana. La segunda diferencia entre el materialismo histórico marxista y el materialismo histórico desarrollado por el feminismo socialista; es decir, a la preocupación de este último por lo que algunos marxistas denominarían, con desprecio, fenómenos tradicionales o mentales: la  conciencia, la motivación, las ideas, las definiciones sociales de la situación, el conocimiento, la ideología, la voluntad de actuar en interés  propio  o en  interés  de otros. La tercera diferencia entre las feministas socialistas y las marxistas es que para las primeras el objeto de análisis no es la desigualdad entre las clases, sino una amplia serie de desigualdades sociales interrelacionadas.

El término feminismo de la tercera ola hace referencia a un conjunto de escritos críticos y teóricos que se han realizado dentro del movimiento de las mujeres durante la década de los años ochenta, y que se centran en el tema de la diferencia. Usa un concepto generalizado y monolítico de «mujer» como categoría genérica de estratificación y se centra en las implicaciones prácticas y teóricas de las diferencias entre las mujeres. Las diferencias que tiene en cuenta son aquellas que resultan de una distribución desigual de los bienes y servicios socialmente producidos sobre la base de la posición en el sistema mundial, la ciase, la raza, la etnicidad.

Los escritos de las mujeres de color norteamericanas que contribuyen al desarrollo del feminismo de la tercera ola se distinguen todos ellos porque su objetivo no es atacar la ideología sexual y el estatus desigual  de  las  mujeres, sino todos los sistemas de dominación sexista, racista clasista, heterosexista e imperialista y la falsa conciencia particular que ha llevado a las mujeres heterosexuales blancas de clase media a usar el término mujer como una categoría monolítica en su oposición a la dominación masculina. Desde esta perspectiva, identificamos cuatro rasgos distintivos  de la sociología feminista: Una sociología distintiva del conocimiento. Un modelo distintivo de organización de la sociedad en el nivel macrosocial. Una exploración de la situación relacional de las mujeres que altera la comprensión sociológica tradicional de la micro interacción. Una revisión del modelo de subjetividad de la sociología.

La sociología del conocimiento feminista considera que todo lo que las personas llaman «conocimiento del mundo» presenta cuatro características: a) Es invariablemente descubierto por el punto de vista de un actor situado en una estructura social. b) Por tanto siempre es parcial e interesado, nunca total y objetivo. c) Varía de una persona a otra debido a las diferencias de los papeles y a sus situaciones sociales. d) Las relaciones de poder siempre influyen en ese conocimiento. Para la teoría sociológica feminista, las tareas fundamentales que ha de realizar toda investigación son; identificar y describir la complejidad de la situación social del actor como un «punto de vista ventajoso» sobre la realidad; establecer las categorías mediante las que el sociólogo que trabaja con explicaciones admitidas como parciales puede pretender que son productoras de conocimiento, reveladoras de ideas para el objeto de estudio; ver cómo las relaciones de poder se manifiestan en las pretensiones de conocimiento.

La segunda tarea consiste en explicar sobre qué base puede un sociólogo pretender que expresa proposiciones verdaderas. En diversos estudios empíricos feministas, exige que tanto el lector como el investigador tengan en cuenta y trabajen con la idea de la complejidad de la comprensión del conocimiento y concreta la complejidad del ideal de reconocer los diferentes puntos de vista. En tercer lugar, el o la investigadora feminista ha de trazarse la tarea de analizar cómo funcionan las cosas para producir lo que se denomina conocimiento. La tercera tarea epistemológica consiste en analizar las relaciones entre el conocimiento y el poder.

La sociología feminista insiste en que la interpretación individual que el actor hace de los objetivos y las relaciones debe analizarse desde un nivel diferente. Cuando los sociólogos analizan el nivel subjetivo de la experiencia, generalmente como parte del orden micro social, se centran en cuatro cuestiones principales: la adopción del rol y el conocimiento del otro, el proceso de internalización de las normas comunitarias, la naturaleza del self como actor social, y la naturaleza de la conciencia de la vida cotidiana. La sociología feminista muestra que las mujeres son socializadas de manera que  se ven a sí mismas a través de los ojos de los hombres.

Suele considerarse que la adopción del rol culmina en la internalización de las normas comunitarias a través del aprendizaje que permite al actor social adoptar el rol del «otro generalizado», un constructo que el actor crea mentalmente a partir de la amalgama de experiencias en los niveles micro y macro que forman su vida social. Las sociólogas feministas afirman que las mujeres se ven tan limitadas por su estatus como mujeres que la idea de proyectar sus propios planes en el mundo es significativa sólo teóricamente. Esto guarda relación con la idea analizada anteriormente de  la experiencia  de rol de las mujeres como una experiencia de «rol combinado». Ambas ideas sugieren la necesidad de cambiar la denominación del término conflicto de rol por equilibrio de rol (para mantenemos dentro de los límites del lenguaje actual). Las sociólogas feministas subrayan que, para las mujeres, el rasgo más influyente del estilo cognitivo de la vida cotidiana es el de la conciencia bifurcada. La misma vida cotidiana se divide en dos realidades para los subordinados: la realidad de la experiencia real, vivida y objeto de reflexión y la realidad de los tipos  sociales.

Concluyo esta columna a cuatro manos enviando un abrazo sincero a todas las mujeres con afecto y agradecimiento por haberme acompañado en distintos tramos, situaciones y ámbitos de mi vida. Mi madre, mis tías, primas, sobrinas, hijas, nietas, mis maestras, mis condiscípulas, mis alumnas, madrinas, mis comadres, ahijadas, mis compañeras de vida, todas las mujeres que me han amado, benditas sean.

Correo: amlogtz@gmail.com