Gobiernos partidistas, triste realidad
Tribuna
Gobiernos partidistas, triste realidad
Los partidos políticos son instrumentos legales o plataformas que los políticos utilizan para postularse para cargos de elección popular.
Por ello participan intensamente en campañas que les puedan dar ventajas ante sus adversarios, con quienes en esos periodos electorales se enfrascan en debates, señalamientos, acusaciones y «guerrillas verbales».
Pero lo electoral termina con la calificación de los comicios, la entrega de las constancias de mayoría o triunfo, así como el agotamiento de posibles recursos de inconformidad ante los tribunales electorales.
Y unas vez que logran sus objetivos, llegar al poder público, la ley les obliga a dejar atrás la visión parcial y de compromiso partidista, para erigirse en autoridad gubernamental para todos los ciudadanos.
No es fácil poder separar las cosas y por lo general una buena parte de los políticos caen en el error de dar prioridad a quienes fueron sus partidarios en las contiendas.
Más allá de los estilos, de los programas de gobierno, de la conformación de los planes municipales, estatales o nacional de desarrollo, imperan los compromisos político partidistas.
Se dan, desde la integración de los gabinetes de gobierno, sacrificándose personal calificado con servicio civil de carrera, para dar paso a los meritorios de las campañas.
Llegan a «partidizarse», en ocasiones, hasta instituciones de seguridad y justicia que deberían ser muy institucionales; e incluso hasta el mismo Poder Judicial, que nada tiene que ver con procesos electorales y exige reconocimiento a la carrera judicial.
Con gabinetes conformados de un solo color o partido político, es muy difícil que los gobiernos, sean municipales, estatales o federales, actúen de manera imparcial y aplicando los programas de manera general, en respeto a la pluralidad política.
Esos problemas se agudizan cuando se dan campañas políticas para renovar poderes estatales, municipales o federales.
Y más cuando hay enconos entre personajes polémicos. Como es el caso de Chihuahua, donde el gobernador de extracción panista Javier Corral Jurado ha confrontado al presidente de origen morenista, Andrés Manuel López Obrador.
Cuando hay dos visiones distintas y distantes de la gobernabilidad, los roces de profundizan.
Y el espinoso caso de la administración de la Cuenca del Río Bravo entre los estados de Durango, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas del lado mexicano y Texas, Estados Unidos, ha profundizado las diferencias Corral-López..
La terquedad de ambos, lleva a la confrontación mayor, que afloró en la gira de López Obrador por Ciudad Juárez, Chihuahua el día de ayer, a la que no fue invitado el gobernador Corral Jurado.
La acción de AMLO, generó de inmediato la reacción de la autodenominada «Alianza Federalista de Gobernadores», pues nueva de sus diez integrantes condenaron la postura federal y se solidarizaron con su cuate Corral.
En un comunicado que emitieron dejan asentado lo siguiente:
“El federalismo se debilita cuando el titular del Ejecutivo Federal sienta el precedente de ignorar a una autoridad local electa legítimamente, como forma de mostrar sus diferencias con ésta. No se ignora al gobernador, sino al pueblo al que representa”, manifestaron.
Refieren en el documento que el ejercicio de la política en una democracia demanda olvidarse de simpatías y antipatías por el bien de México.
“Son públicas las manifestaciones del gobernador Corral por cumplir en tiempo y forma con el Tratado de 1944, instrumento internacional al que los integrantes fronterizos de la Alianza consideramos benéfico para el país. No hay falta de voluntad y menos cualquier intento de poner en riesgo la relación con los Estados Unidos”, expresaron.
Sin embargo, este tipo de conductas no deben sorprendernos, ocurren con mas frecuencia de lo que pareciera.
Quien no recuerda los desencuentros entre el entonces gobernador de Tamaulipas Manuel Cavazos Lerma con el alcalde panista de Victoria, Gustavo Cárdenas Gutiérrez, ahora pintado de naranja. Y los menosprecios en las giras.
O con el entonces alcalde de Río Bravo, Juan Antonio Guajardo Anzaldúa. O quien fuera alcalde de Altamira, Genaro de la Portilla Narváez.
O cuando Tomás Yarrington Ruvalcaba, entró en polémica con el alcalde de Reynosa Luis Gerardo Higareda Adam.
O muchos más años atrás, cuando Carlos Enrique Cantú Rosas alcalde de Nuevo Laredo tenía roces y sufría indiferencia de Enrique Cárdenas González.
O el propio Francisco García Cabeza de Vaca, cuando el gobernador era el priista Eugenio Hernández Flores.
Por ello, no es extraño que en la actualidad, en nuestro querido Tamaulipas, algunos alcaldes no sean invitados a las giras del actual mandatario estatal. Ha ocurrido en Madero con Adrián Oseguera, en Matamoros con Mario López, ambos de MORENA.
E incluso en el municipio de Reynosa, donde gobierna la panista Maki Ortiz Domínguez, pero ha tenido diferencias con el Grupo Cabecista y no es conminada para asistir en la mayor parte de la las giras del mandatario estatal.
Difícil, muy difícil, gobernar para todos.
No es fácil para los gobernantes despojarse de su plumaje partidista.
Y actuar con respeto cabal a la pluralidad ejerciendo de manera democrática programas, apoyos, estímulos y beneficios.
Pasar de la florida narrativa del discurso político a la acción es complicado,
Los gobiernos partidistas, son nuestra triste realidad.