Columnas

Ladrones de agua

Los seres humanos somos 80% agua en nuestro cuerpo, de ahí que necesitemos del vital líquido para ingerir y sobrevivir, no solo para el aseo personal y todos los usos domésticos.

También la requieren las plantas que nos alimentan y los animales que nos proveen de huevo, leche y carnes, para nuestras dietas.

Indispensable para el funcionamiento de los autos, la industria, el comercio y los servicios.

Sin el agua en las raciones básicas todos y todo empezaría a marchitarse.

Por ello es tan importante el almacenamiento, suministro, distribución adecuados y el uso racional.

Extraer de manera irracional y desperdiciarla es casi criminal, a éstas alturas de la escasez.

El agua dulce, que es la fuente de vida para el hombre, muchas especies animales y las plantas, es muy reducida en el planeta.

Ello obliga al cuidado extremo para mantener los ecosistemas y que se rompa el equilibrio necesario para su conservación.

La población mundial ha ido creciendo y con ello las necesidades de agua. La industria y la tecnología crecieron y evolucionaron dependiendo del agua.

La concentración de las poblaciones en grandes ciudades también incrementó las necesidades de agua.

El cambio radical de población rural a población urbana en todo el mundo, generó una sociedad menos consciente del cuidado del medio ambiente, además de que los campos y bosques dejaron de tener sus principales protectores.

Las cuencas hidrológicas se están agotando porque las necesidades de agua para uso doméstico, comercial, industrial, de servicios, agropecuario se ha elevado, en tanto que su producción ha sido menor, por el deterioro ambiental.

Hace algunas décadas, la propia naturaleza nos mandó señales con el cambio climático que se traduce en aumento en la temperatura, más incendios forestales, sequías prolongadas.

No fuimos capaces de entender las alertas y ahora las alarmas nos asustan y tienen sumidos en el grave desabasto.

La solución de fondo no son los grandes acueductos y las nuevas y más voluminosas presas, sino el uso más racional del cada vez menor líquido vital, así como el cuidado, conservación y mejora de los ecosistemas.

El norte del país, tiene mayores problemas ara el abasto del agua y es la zona con mayor desarrollo económico, crecimiento poblacional y migración.

Además de que a la par, las concentraciones humanas se dan en forma centralista en algunos ciudades como Tijuana, Baja California; Ciudad Juárez, Chihuahua; Monterrey, Nuevo León y las urbes de Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros en Tamaulipas.

La falta de planeación en las ciudades, sin cuidar los equilibrios e interacción regionales, la mejor distribución de la riqueza y las oportunidades de desarrollo humano, social, económico y sustentable (desarrollo integral), acelera la problemática.

Las cuencas de los ríos Colorado, Bravo, Conchos y San Juan, entre otros, son insuficientes y las pugnas regionales entre agricultores y poblaciones son cada vez más álgidos.

Almacenar, cuidar y administrar el agua superficial, así como las aguas del subsuelo, es tarea del Gobierno Federal a través de la Comisión Nacional del Agua.

Pero el suministro a los domicilios es labor conjunta de los Ayuntamientos a través de las COMAPAS o Juntas de Agua y de los Gobierno Estatales.

Hace cuarenta años, recorría gran parte del norte del país, desde la sierra de Chihuahua, en Madera, colindante con Sonora, hasta Tamaulipas, cruzando Coahuila y Nuevo León.

Las poblaciones de las ciudades de Chihuahua, Torreón, Gómez Palacio y Lerdo (La Laguna), Saltillo, Monterrey, Linares y Victoria eran menos del 50% de las actuales.

Solo por citar un ejemplo, Monterrey y la zona metropolitana tenían en 1980 2 millones de habitantes. Para el 2020 según el INEGI eran alrededor de 5.3 millones de personas.

Los campos eran más verdes, combinaban cultivo de granos, leguminosas, verduras y frutales con vegetación nativa; los ríos eran caudalosos, las presas estaban casi llenas de agua y había que derivarlas para evitar desbordes.

La nueva realidad es muy distinta y los nuevos pobladores igualmente distintos y distantes a el cuidado de la naturaleza, la madre tierra, la casa de todos.

Esa nueva realidad es la de presas vacías, cuencas agotadas, subsuelos sobreexplotados, desabasto total o racionamiento de agua en miles de hogares, escasez de alimentos, muerte de ganado, más incendios forestales y de agostaderos.

Ante ello, más que gritos y sombrerazos, necesitamos replantear nuestras formas de vida.

La descentralización o desconcentración de poblaciones a zonas con menores problemas es una alternativa.

Porque además del desabasto de agua, padecen severa contaminación, problemas de movilidad urbana por un pésimo transporte público y saturación del privado.

Descentralizar debe incluir desconcentrar industrias, comercio, escuelas, centros culturales, teatros.

Apuntalar ciudades medianas que puedan convertirse en ciudades satélites de Tijuana, Ciudad Juárez, Monterrey o Reynosa.

Si no revertimos en ritmo de crecimiento caótico que viven las zonas metropolitanas no solo del norte del país, sino de la nación entera, la crisis severa de abasto de agua será la peor limitante para el desarrollo.

Además de representar alternativas de crecimiento ordenado para ciudades medias como Linares, Nuevo León; Cd. Victoria, El Mante y Altamira en Tamaulipas.

De no hacer esas intervenciones de manera coordinada por la Federación, Estados y Municipios, a través de políticas públicas que pasen por la planificación del desarrollo regional sustentable, se agravará nuestro caos.

Tendremos que cuidarnos de los ladrones de agua en todos sus niveles.

El grave problema está a la vista, ya campea la batalla verbal, que pronostica el principio de la “guerra por el agua”.

Tiempos para actuar del nuevo gobierno de Tamaulipas que inicia a partir del 1 de octubre con Américo Villarreal Anaya, su colega y vecino Samuel Ruiz García, de Nuevo León  así como Miguel Riquelme Solís de Coahuila y Maru Campos de Chihuahua. Y Obvio el federal de Andrés Manuel López Obrador.