Columnas

Reflexión ecológica

Cuando se tiene la fortuna de nacer en la zona rural México y participar desde las etapas temperas de la infancia en las tareas familiares del campo que implica el convivir, cuidar, proteger y amar a la madre naturaleza, la conciencia ecologista es natural.

Aprendes desde pequeño que eres parte de un ecosistema y que éste debe mantener el equilibrio para la supervivencia de todos: plantas, animales, seres humanos.

Sigue frescas en mi memoria las recomendaciones de los abuelos para regar el jardín y que siempre se mantuviese verde.

O de mi madre para coadyuvar en el cuidado de las hortalizas y legumbres que se sembraban en el enorme patio entre las calles de los árboles frutales ( manzanos), que luego se convertirían en suculentos platillos.

Y se trataba de mantener limpios de maleza los cultivos y regar con al agua estrictamente necesaria, sin desperdiciar el vital líquido ni inundar los surcos.

De la misma forma contribuir a la alimentación y cuidado de animales que aportaban la leche, huevo y carne en los propios corrales del basto patio de la casa.

Cuando crecías un poco más, te reintegraban a los “hijos grandes”  que podían ir al rancho a participar en las tareas del cultivo de maíz, avena, papa o frijol que se establecían en las parcelas y que se atendían con tractor, maquinaria agrícola y otros aditamentos.

Esas experiencias conectaban más intensamente con la naturaleza, pues había que recorrer en camioneta o el tractor varios kilómetros en donde cruzabas valles, praderas y sierra.

Experiencias mayúsculas eran cuando podías acompañar a papá o algún operador del camión maderero a la alta y espesa sierra madre occidental en el natal Chihuahua, a cargar madera en rollo que se entregaría en un aserradero regional para su industrialización.

Una noche en medio del bosque, escuchando el aullido de los coyotes o lobos o mirar al cielo estrellado, así como escuchar  el cauce del agua en el arroyuelo o río en la fresca mañana, fueron experiencias inolvidables.

Esas vivencias y entornos, siempre comprometen al cuidado permanente de la madre naturaleza.

Esa formación, adicional a la universitaria que tuvo que ver con las actividades agropecuarias para un servidor y mis hermanos, permitieron que aunque lejos del suelo natal,  de alguna forma hayamos participado y lo sigamos haciendo en estas acciones.

Unos en el cuidado y protección de especies en peligro de extinción tortuga lora o el combate y control de incendios forestales. Otros en la creación de cultura o conciencia ecológica a través de diferentes foros y espacios mediáticos.

Sin embargo, en el cambio de la sociedad rural a la urbana ene México,  empezamos a perder esa formación y conciencia de amor y protección a la madre naturaleza.

Y se aprecia en las conductas de muchos jóvenes de las nuevas generaciones.

No se puede amar o querer lo que no se conoce.  Lo más cerca que han estado a veces, con la producción agropecuaria, es al pasar por los anaqueles de frutas y verduras en las subentiendas o en los mercados.

Los últimos años, el cambio climático nos está recordando que dejamos de hacer nuestra tarea de cuidado del equilibrio en los ecosistemas de las diversas regiones del país y del mundo.

En los periodos vacaciones, como en esta semana santa, las oleadas de residentes urbanos salen en busca de playas, valles, sierras, ríos, presas, cascadas, ojos de agua etc.  para la distracción.

Y desgraciadamente se han encontrado con ríos y presas secas,  cascadas y ojos de agua desaparecidos,  ríos o playas contaminados, campos desérticos, y cada vez menos ejemplares de las especies  de flora y fauna silvestres.

Para ponerle nombre y apellido a las cosas.

La presa Vicente Guerrero.

La Cascada de Abasolo,

Los ríos Corona, Purificación o San Marcos en Victoria y cercanías.

El río Guayalejo en Llera.

El Chorrito y la presa “Pedro José Méndez” en Hidalgo.

“El Nacimiento” en  El Mante.

Los Nogales en Jaumave.

Y muchos otras zonas.

La critica situación de nuestros parajes naturales que por décadas fueron bellos sitios de esparcimiento llaman a un examen profundo de conciencia.

Para tratar de enmendar los yerros del pasado y tratar de corregir el rumbo en el cuidado y protección a nuestra madre naturaleza.

Nunca es demasiado tarde.

Y debemos poner énfasis en el cuidado  medioambiental.

Más allá de los slogans de algunos partidos.

O de las frases y rollos de campaña de algunos candidatos.

Urge que todos  retomemos el compromiso del cuidado, protección y amor por la naturaleza.

La madre naturaleza.

La casa de todos.

Antes de que nos asfixie el calor o nos sofoque la sed derivada de la crisis hídrica.

No olvide hacer su pequeña pero valiosa tarea individual y familiar en el cuidado de los ecosistemas.