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Silencio ciudadano

Gaceta.

Por: Raúl Terrazas Barraza

Silencio ciudadano

De todos los actores de los procesos electorales federal y locales que deben de llevarse a cabo para renovar los cargos públicos conforme a la Legislación, quienes siempre se mantienen en silencio son los ciudadanos votantes, quienes, pese a ser mayoría y presuntamente consultados con encuestas, terminan por no ser escuchados cuándo desde el poder se toman decisiones polémicas.

Este es el caso del Instituto Nacional Electoral que se pretende eliminarlo para dar paso a un organismo no autónomo, es decir, más a modo de las autoridades gubernamentales que, de los ciudadanos.

Si en realidad se escuchase el pensamiento de los electores, el Gobierno se percataría de la gran conformidad de los mexicanos con el INE desde el momento que todos los proceso organizados hasta la fecha no tuvieron repercusiones negativas en la vida política de la entidad en virtud del alto grado de credibilidad que tiene esa institución y, porque ha fortalecido la democracia mexicana al grado de ser motivo de estudio por otras naciones que buscan un sistema de alta efectividad como el del INE.

Son muchos los comentarios que hay respecto al manejo de los escenarios para forzar la desaparición del INE y cambiar los esquemas solo porque los funcionarios del organismo autónomo porque han realizado bien su papel, están en su papel y porque existe la creencia de que el financiamiento público a los partidos no debe existir al considerarlo como una carga para el erario, dato que es inexacto desde cualquier punto que se vea.

El hecho de que flote en el ambiente la idea de cambiar las reglas para la elección del 2024 basta tener en cuenta factores tan precisos como el hecho de que no son las Leyes electorales ni los ciudadanos que están siempre al frente de las casillas para recibir y contar los votos, quienes fallan a la democracia, más bien son los partidos políticos porque su actuación no logra penetrar a la conciencia de las personas y generar ideologías que perduren.

Ahora los partidos cambian para mantener el tres por ciento de la votación y evitar perder el registro que tienen ante el INE, incluso hasta se agrupan para que, las corrientes que tienen más presencia ante la sociedad les ayuden a mantener niveles de votación suficientes para quedarse en el escenario electoral, de ahí que, deban de cambiar porque es a partir de ellos que se eligen a los nuevos gobernantes al ser quienes los postulan, en tanto que los ciudadanos son quienes votan para avalar las candidaturas y llevar al triunfo a alguno de ellos.

Ahora bien, si los partidos no están bien con los ciudadanos, nunca serán esto últimos quienes en realidad elijan a sus representantes populares, dado que, los partidos postulan y los mandan a las campañas con infinidad de promesas para que los ciudadanos voten por ellos, sin embargo, en la mayoría de los casos no son candidatos legitimados por los militantes de los partidos, sino producto de una determinación unilateral.

Con una reforma electoral en puerta, vale la pena que los ciudadanos sean escuchados y en especial aquellos que de alguna manera fueron parte de la ciudadanización de las elecciones, en virtud de tener la experiencia suficiente para señalar que las elecciones son de verdad y que, los partidos políticos siempre salen debiendo a los ciudadanos, porque carecen de militancia real y las postulaciones de candidatos terminan por afectar su desempeñe, como sucedió en Tamaulipas con el PAN ya que, la administración pasada fue desastrosa y ahora ese partido está en serios problemas con los votantes.

Los ciudadanos quieren que el INE. Se quede como organizador de las elecciones y que, las reformas que pretendan llevarse a cabo sean para que el instituto evolucione en positivo, no que atenten contra él, porque haya ópticas diferentes al avance democrático del país desde que las votaciones dejaron de ser organizadas por las autoridades y quedaron en manos organismos autónomos.

Si en las elecciones se expresa la voluntad ciudadana con el sufragio debido a una la convocatoria de candidatos y partidos basada en la publicidad política, también debe de considerarse que a los ciudadanos les falta y requieren hacer suya la cultura de la legalidad, su participación basada en la convicción democrática y cívica para aceptar o no las candidaturas que proponen los partidos, aunque al mismo tiempo deberán de actuar en función de los intereses de las mayorías ciudadanas y no caer en los planes políticos de los grupos que manipulan las elecciones para favorecer a los actores económicos de las ciudades, estados y desde luego del país.

La elección del 2024 con la cual se cambiarán alcaldes, diputados locales, diputados federales, senadores y presidente de la República, deben de caracterizarse por una lucha verdadera y diferente de los partidos políticos porque sus fallas como organizaciones de la sociedad civil, ponen en entredicho el éxito en la organización de las votaciones y los resultados que fortalecen la democracia mexicana.

Es el tiempo para que, de aquí a 15 meses sean figuras relevantes en la sociedad y no instituciones de dudosa reputación electoral.