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Sindicalismo

Tribuna

Por Javier Terrazas

Sindicalismo

En nuestro país, el sindicalismo está muy deteriorado. Las garantías que les brinda la legislación laboral han sido en la mayoría de las ocasiones usadas para beneficio de unos cuantos.

Las luchas obreras del pasado, que derramaron sangre por la defensa de los derechos laborales que fueron estipulados en las constituciones de la mayoría de los países, solo quedan en el recuerdo.

Ejemplos de los excesos que se han registrado en el sindicalismo mexicano hay muchos y la mayoría de ellos vergonzantes.

Tamaulipas tiene varios ejemplos que ilustran la podredumbre de los liderazgos más entendidos.

Quien no recuerda a Joaquín Hernández Galicia, “La Quina” del Sindicato Nacional de los Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, quien llegó a amasar poder político, sindical, económico e impunidad.

O sus títeres como Salvador Barragán Camacho y Ricardo Camero Cardiel en ese gremio  o Diego Navarro Rodríguez en la Federación de Trabajadores de Tamaulipas.

El sindicato petrolero ha sido la “Cueva de Alí Babá y sus 40 Ladrones”, en donde el ejemplo de “La Quina”,  siguió con sus sucesores, como el actual Carlos Romero Deschamps.

Son en parte, los culpables del desorden financiero que arrastra la paraestatal Petróleos Mexicanos, que hasta hace algunos años fue la principal fuente de recursos para el gobierno federal.

Y pensar que el hijo de “La Quina”, el diputado panista Joaquín Hernández Correa,  quien fue alcalde de Madero y Diputado Federal por el PRD, ahora se quiere hacer pasar como el paladín de la honestidad.

Ese ejemplo del Sindicato Petrolero, es la muestra de cómo se conducen los sindicatos en México y en especial en Tamaulipas.

La defensa de los obreros, de sus salarios e intereses, es lo que menos importa a la mayoría de los dirigentes.

La propia Confederación de Trabajadores de México, en decadencia desde la muerte de Fidel Velázquez, ha sido un botín de poder económico y político para sus dirigentes.

Los cados de Diego Navarro Rodríguez, Pedro Pérez Ibarra, Agapito González Cavazos,  Luis Quintero Guzmán,  Reynaldo Garza, en el pasado de Tamaulipas, son elocuentes.

La defensa de los derechos de los obreros nunca fue su prioridad y tampoco lo es ahora de sus herederos sindicales, que se disputan el control y manejo de las cuotas y las canonjías que ponen a las empresas.

Lo que ocurre en los sindicatos de las empresas y paraestatales se replica en los sindicatos de burócratas desgraciadamente.

La gran mayoría de los dirigentes de esos gremios amasan grandes fortunas, posiciones políticas, cargos públicos para sus parientes y se olvidan de sus representados.

Pocos, muy pocos se salvan de esa circunstancia.

Y el obrero ordinario o el burócrata de abajo siguen con salarios bajísimos y sin defensa alguna.

Muy poco que festejar este primero de mayo. Salvo que salgan los verdaderos obreros y bases burocráticas a manifestar su cruda realidad.