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Tragedias

Tribuna

Por Javier Terrazas

Tragedias

La tragedia de los 73 calcinados de la explosión de un oleoducto en el estado de Hidalgo, que podría elevarse pues hay casi un centenar de heridos graves, obliga a una reflexión de la sociedad mexicana.

Reflexión que no excluya al joven gobierno del veterano gabinete encabezado por el presidente, ahora sí legítimo, Andrés Manuel López Obrador.

Y es que no es un accidente laboral de la empresa PEMEX, ni un asunto circunstancial del poblado Tlahuelilpan.

El grave siniestro ocurre en el marco de una acción integral enérgica el gobierno federal en contra del robo de combustibles (huachicoleo),  desde adentro de la paraestatal y en el sistema de ductos.

En donde los delincuentes “de cuello blanco”  y la “delincuencia organizada”  siguen sus maniobras, pues se trata quizá de uno d los ilícitos que mayores ganancias les deja.

Desgraciadamente, en el choque de las acciones del gobierno federal y de la delincuencia,  queda  en medio una sociedad endeble y vulnerable a caer en tentaciones de rapiña o a servir de carne de cañón.

Los  lustros de impunidad de los carteles huachicoleros en la comisión de ese delito, lo hizo casi natural u ordinario. Al grado que cualquiera podía involucrarse sin consecuencias.

Tampoco se medían los riesgos.

Esa situación motivó a que poblados como Tlahuelilpan se volvieran huachicoleros y la ordeña de hidrocarburos en los ductos fuese como ir a recoger la cosecha.

La tragedia debe dejar una lección a todos.

Al pueblo para no involucrarse en actividades ilícitas, sobre todo cuando hay una acción frontal del gobierno en busca de frenar o contener.

Mientras que a las autoridades municipales y estatales, a estar más cerca de sus comunidades para atender necesidades e impulsar actividades productivas lícitas.

Y en el gobierno federal, a sus funcionarios y asesores para implementar sus operativos de combate a los grupos delictivos con un diagnóstico más amplio, integral y certero de las regiones y sus comunidades.

Desactivar a las bandas delictivas que han hecho del robo de combustibles su modus vivendi no será rápido ni fácil.

De tal forma que quienes estén en esa delicada misión, obligadamente deben actuar con mayor inteligencia, tacto y  estrategias integrales.

Tamaulipas está obligado a aprender de esa contingencia. Por nuestro territorio pasan oleoductos y gasoductos. Y también hay comunidades vulnerables como Tlahuelilpan.

Las estadísticas de la PGR y la SEDENA, revelan detección de tomas clandestinas y decomisos con frecuencia en por lo menos una decena de municipios: Altamira, Aldama, González, Llera, Güémez, Hidalgo, San Fernando, Valle Hermoso, Río Bravo y Reynosa.

Importante que se valore en su justa dimensión el caso de la tragedia en el estado de Hidalgo. Y ayude a rectificar conductas como la mejor opción para eliminar esos riesgos.

El potencial de Tamaulipas es grande para las actividades lícitas. No  nos perdamos en los senderos de lo ilegal.

El camino del mal es fácil y rápido pero corto y fatídico. Mucho menos el del huachicol.

No queremos más tragedias como la de Hidalgo.