Columnas

Frenar la violencia

Tribuna

Por Javier Terrazas

Frenar la violencia

Para revertir  la situación de inseguridad,  delincuencia, violencia y criminalidad,  en sus diversas  manifestaciones,  debemos empezar por reconocer que es un problema o enfermedad de la sociedad en su conjunto.

Cierto que a las autoridades corresponde definir las políticas públicas y estrategias para trabajar con los diferentes sectores de la comunidad en ese objetivo.

Pero todos debemos coadyuvar  velando por  nuestros entornos y participando en algunas acciones adicionales en la comunidad, para  revertir  en forma paulatina la situación delicada que viven muchas regiones de México y  zonas de Tamaulipas en particular.

Es fundamental reflexionar sobre el estado en que se encuentran las principales instituciones formadoras de buenos ciudadanos: Familia, Iglesia, Escuela,  Ayuntamientos.

Y en base a ello, diseñar las estrategias para fortalecerlos a fin de que cumplan con su importantísima misión.

Desgraciadamente, la familia está fracturada, según datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática del 2015, de los 31 millones, 949 mil 209 hogares, solamente el 53.8% son biparentales (dos padres con hijos); mientras que el 28.2% son monoparentales (un solo padre o madre con hijos); y el 18 % restante, otro tipo de familias, (ampliadas, etc.).

También se ha disparado el número de hogares que son sostenidos por las mujeres. Durante el 2010  6.1 millones de hogares se sostenían por mujeres y 19.3 millones por varones;  mientras que en 2015, subió a 9.4 millones el de mujeres y 22.6 millones por hombres.

Una familia desintegrada tendrá siempre dificultades mayores para la buena crianza de los hijos.  La ausencia de papá o mamá tienen sus impactos no solo en el cuidado, sino en la manutención.  La llegada de padrastros o madrastras, también impacta.

Trabajar por  el fortalecimiento de la familia nuclear y biparental es de gran relevancia para la mejor guía de los hijos, ciudadanos del futuro.

Una segunda institución formadora en valores es la Iglesia, cualquiera que sea la religión.

Aunque no hay estadísticas precisas de su número así como de la concurrencia o participación de la comunidad, los recorridos dominicales permiten ver que están vacías o semivacías.

En el caso de la religión católica que profesa el 89.3% de la población mexicana, según datos de INEGI (2010) , la mayor parte de su feligresía acude solo en bodas, bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, quinceañeras, graduaciones,  misas de defunción.

Especialmente los niños y jóvenes están ausentes, pues una baja proporción acuden a catecismo y otras actividades de fomento a los valores y la espiritualidad.  La asistencia a la misa en familia, es cada vez menos frecuente.

Las Diócesis y sacerdotes, así como las organizaciones de grupos católicos, deben de reorientar sus estrategias.  Mejorar la acústica de los templos, los equipos de sonido, la dicción de los sacerdotes, así como el lenguaje en los sermones, para hacer más comprensibles las narrativas de los pasajes bíblicos, formulados con gran frecuencia en parábolas.

El uso eficaz de las nuevas tecnologías de la información,  la  red de redes, internet,  y todas las plataformas digitales, con un lenguaje más  digerible para las nuevas generaciones, debe también intensificarse, para fomentar la religiosidad y la espiritualidad, que son fundamentales en la reafirmación de valores.

Un tercera institución formadora de buenos ciudadanos,  esencial  complementar  los saberes y quehaceres para el buen ciudadano, es la escuela en todos sus niveles: preescolar, primaria, secundaria,  preparatoria y universidad.

Pero reduzcamos los niveles a la educación básica que es la más relevante, por tratarse de las etapas de cimentación para los niños y jóvenes; además de que el promedio de escolaridad en el país es de 9.1 años, es decir, apenas concluimos la secundaria.

Aunque la cobertura de la enseñanza es amplia 94.5% de la población, pues solamente el 5.5% de la población mayor de 15 años es analfabeta, la calidad de la educación y cantidad de horas de instrucción son deficientes.

La falta de infraestructura escolar en el país canceló la ventaja que daba acudir a la escuela mañana y tarde; dividiendo en turnos matutino y vespertino, lo que implicó la compactación de horarios.

En la gran mayoría de las escuelas primarias los niños van en la mañana o en la tarde, de tal forma que el otro turno, una buena parte de ellos están  sin guía o instrucción adecuada,  en manos de los abuelos, una trabajadora doméstica, el cuidado de la vecina, la televisión, en internet o en la calle.

La nueva sociedad urbana, sus exigencias y los bajos salarios de la mayor parte de la población, obligan a que ambos padres ( cuando están unidos) trabajen.

Esa situación ha derivado a su vez que la participación de los padres en la escuela,  en diálogo con maestros, directivos, revisión de infraestructura, (comedor, baños, bebederos, cooperativa o tienda),  supervisión de tareas, sea mínima o ausente.

Una gran parte de los padres de familia se limita a llevar a sus hijos a la escuela por la mañana, sin entrar un metro al plantel. El regreso de los menores a veces es por un tercero cercano a la familia.

Cuando no hay  presencia y participación de los padres en las escuelas,  el maestro  o maestra, así como los directivos se relajan y la calidad de la enseñanza y formación merman su calidad.

Otro dato relevante es que en el magisterio, en particular en el nivel de secundaria,  existen gran cantidad de maestros cuyos perfiles no corresponden al de docente. Llegaron por  amiguismo, compadrazgo, herencia o compra de plazas y no se han preocupado, ni ocupado, en  mejorar.

Tenemos así, un gran número de “escuelas de medio tiempo” y en parte importante a maestros sin vocación ni mística, es decir, “mentores de medio pelo”.

Por  tanto, como padres o familiares de los educandos, tenemos que ser más participativos en el proceso de la educación,  ya que este comprende no solo a los alumnos, maestros, directivos, edificio y libros; sino también a los padres de familia  y la metodología de la enseñanza.  Los padres deben o debemos estar inmersos en todo el proceso, no dejar  cabos sueltos.

Una cuarta institución relevante en la construcción de buena ciudadanía en todas las comunidades, es la autoridad más cercana a la sociedad, El Ayuntamiento.

El Alcalde y su Cabildo, son el Cuerpo de Gobierno más directo y de trato cotidiano con la población,  que tiene entre sus funciones básicas el aplicar de manera adecuada el Bando de Policía y Buen Gobierno.

Ello, con la finalidad de que los ciudadanos respeten las normas de urbanidad y la legislación básica que permita vivir en armonía y garantizar la seguridad pública municipal.

Para ello, la ley les dota de atribuciones para contar con un Cuerpo de Seguridad Pública Municipal,  que se conocía comúnmente como Policía Preventiva o Policía Municipal.

Desgraciadamente, en Tamaulipas estos cuerpos de seguridad se viciaron y corrompieron, de tal forma que fueron disueltos y no existen.

Sus funciones se realizan de manera parcial por parte de una Policía Estatal, Policía Federal o Militares, cuyas atribuciones son otras y no la atienden a cabalidad.

Ayuntamientos sin Policías Preventivas, difícilmente podrán contener la delincuencia común, que sin contención o freno alguno, deriva en impunidad y muy pronto esos delincuentes menores se convierten en mayores.

Recapitulando. Si tenemos cada vez más familias desintegradas, los templos religiosos vacíos o semivacíos en particular de jóvenes y niños;  con escuelas de medio tiempo y maestros de “medio pelo” ( no todos);  y Ayuntamientos ausentes, en su labor de prevención al delito,  tenemos una  niñez y juventud vulnerable, casi a la deriva que puede ser   fácilmente persuadida para caer en el mundo delincuencial.

Intentar contener  a la delincuencia organizada  solo por la vía del combate a través de las armas y penalidades mayores,  será una carrera de nunca acabar, porque sus reservas de nuevos y futuros delincuentes son cuantiosas.

Hay que aplicar, además de manera mucho más eficiente las nuevas tecnologías de la información para las tareas de vigilancia y control  primero de los cuerpos de seguridad y luego de los grupos delincuenciales.

Mientras que no fortalezcamos a las instituciones básicas de formación de buenos ciudadanos que reitero son: familia, iglesia, escuela y Ayuntamiento,  con una participación más amplia como padres,  feligreses y ciudadanos,  difícilmente podremos reconstruir la paz  y seguridad que tanto añoramos quienes tenemos más de 50 años y solo exigimos a las autoridades.

Hay que seguir exigiéndole a la autoridad en sus tres niveles de gobierno, porque eso nos corresponde como ciudadanos; pero además  tenemos que hacer lo que nos corresponde en la familia, en la iglesia y en la escuela.

Es triste, pero dejamos de hacer muchas cosas valiosas y sencillas para que nuestra sociedad siguiera  caminando por los senderos del bien.

En la década de los ochentas, en Ciudad Victoria, las familias dormían con la puerta o ventanas abiertas;  sacaban sus mecedoras a la calle por las noches y ahí veían los programas de televisión en familia mientras los niños jugaban o corrían en la calle. Así era en la mayor parte de México.

Los ciudadanos teníamos el control de nuestra casa, de la calle, del parque cercano y de la plaza. Aquellos que se portaban mal o eran sospechosos de inmediato eran apercibidos por los vecinos o la policía municipal.

Sin embargo, con el paso de los años, fuimos renunciando al control de la plaza y de las calles, hasta de nuestra calle.

Las puertas y ventanas se cerraron,  las familias dejaron de salir a sus banquetas en las tardes y noches. Luego se pusieron protecciones (rejas) a las puertas y ventanas, se subieron bardas, se colocaron alarmas, luego cámaras de vigilancia y no fue suficiente.

La gente seguía sintiéndose insegura, por lo que muchos, los “fifís” diría el tabasqueño que gobierna al país,  emigraron a fraccionamientos privados, bardeados y con casetas de vigilancia.

En solo tres décadas,  cambió así la forma de vida. Las familias se encerraron, dejaron de saludar a los vecinos y hacer comunidad.

Renunciamos a la calle, a los parques a las plazas y los dejamos a la deriva, en manos de los delincuentes, al grado que ahora ellos se sienten los dueños y nosotros somos los extraños.

La verdadera solución al problema de inseguridad y delincuencia, está en manos de la sociedad. Tendremos que cambiar nuestros patrones de comportamiento.

Ser más participativos y construir o reconstruir la comunidad, sobre todo en los aspectos fundamentales, a través de las instituciones que aquí le refiero y reitero: FAMILIA, IGLESIA, ESCUELA y AYUNTAMIENTO O GOBIERNO MUNICIPAL.

Si  trabajamos en conjunto para ello,  tendremos no solo mejores ciudadanos,  formados en familia, iglesias, escuelas y vigilados por cuerpos de seguridad confiables.

En el mediano plazo podríamos aspirar  a  contar con mejores autoridades en los tres niveles de gobierno. Los valores, principios y  formación sólida, pondrían la valla más alta a los aspirantes y candidatos en la contienda política.

Tendríamos también mejores gobiernos. Menos ocurrencias,  menos mañaneras, menos caprichos, menos corrupción y nepotismo, menos improvisación  y hasta menos zumba.

Salvo su mejor opinión, apreciado lector.