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¿Neocacicazgos a urnas?

¿Neocacicazgos a urnas?

Por: Javier Terrazas 

Tamaulipas ha sido tierra de caciques. Su estructura geopolítica de regiones distintas y distantes de la capital propicia el surgimiento de los grupos de poder.

No hay que ir muy atrás para encontrar los antecedentes de una era de fuertes cacicazgos obreros que además del poder sindical escalaron al terreno partidista y gubernamental.

En la década de 1980 del siglo pasado, hace 43 años, eran casi señores feudales el líder obrero petrolero Joaquín Hernández Galicia, en Tampico, Madero, Altamira; y los cetemistas Pedro Pérez Ibarra en Nuevo Laredo, Reynaldo Garza Cantú y Agapito González Cavazos e Matamoros.

Corría la época casi hegemónica del PRI, en donde los sectores campesino, obrero y popular eran sus pilares y de sonde surgían los candidatos a las alcaldías, diputaciones locales, federales y senadurías.

Los avales de dichos sectores para los aspirantes eran decisivos, en particular de los caciques obreros, que si no imponían tenían el poder del veto a quienes no eran de su agrado.

Así que como dice el refrán popular “nomás los chicarrones de La Quina, Pérez Ibarra, Reynaldo y El Viejo Agapo, tronaban en el ex sólido sur, Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros, respectivamente.

Con ellos debían dialogar, conciliar, negociar y encontrar acuerdos y puntos de equilibrio, es decir, compartir el poder político en aras de la gobernanza de la entidad, los titulares del poder ejecutivo en turno.

De esa forma operó el sistema tricolor en los sexenios de Manuel A. Ravizé, Enrique Cárdenas González, Emilio Martínez Manautou y Américo Villarreal Guerra.

En el régimen federal de Carlos Salinas de Gortari vino una fuerte sacudida a los cacicazgos, luego de que estos desafiaron al PRI y respaldaron a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, abanderado presidencial del Frente Democrático Nacional en 1988.

Al derrocamiento de Joaquín Hernández Galicia, “el poder tras el trono” en el Sindicato Petrolero Nacional, con asiento en Madero, encarcelado por el supuesto acopio de armas en su residencia y el crimen de un Ministerio Público, se agregó la salida negociada del potosino Carlos Jonguitud Barrios, del magisterio, dando paso a Elba Esther Gordillo Morales.

En la otrora poderosa CTM de Fidel Velázquez Sánchez se entendió la línea y se disciplinó, aceptando la depuración en algunos sindicatos, entre ellas las Federaciones Regionales Obreras de Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros.

Pedro Pérez Ibarra, Reynaldo Garza Cantú y Agapito González Cavazos, fueron acusados de evasión fiscal y doblaron las manos ante la embestida gubernamental federal y estatal, ya en el gobierno estatal de Manuel Cavazos Lerma.

Sin embargo, hubo estertores políticos en Madero, pues el movimiento social y político de los miles de beneficiarios de la sangría al erario de PEMEX por el sindicato petrolero, se resistieron y bajo el cobijo del PRD obtuvieron la alcaldía para líderes de la Sección Uno y luego para los hijos de “La Quina”, José Manuel y Joaquín Hernández Correa.

Ya sin el peso de los cacicazgos fue más fácil gobernar la entidad para Manuel Cavazos Lerma, Tomás Yarrington Ruvalcaba, Eugenio Hernández Flores, Egidio Torre Cantú y Francisco García Cabeza de Vaca.

Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas, pues los cacicazgos obreros fueron sustituidos por grupos políticos regionales de la sociedad civil, nuevos dirigentes obreros más dóciles de los cuales algunos se fortalecieron y otros poderes fácticos.

Y es que gobernar desde la capital del estado no es tarea fácil por las distancias de las seis regiones, sus idiosincrasias y vocaciones distintas, además de la fuerza natural de sus sectores económicos más representativos.

En este escenario han transcurrido los últimos cuatro sexenios.

Los gobernadores Cavazos, Yarrington, Hernández, Torre y García, tuvieron tropiezos serios en el control político de las regiones para sus partidos porque en lugar de hacer alianzas con los grupos políticos locales más identificados con las causas populares, quisieron imponer candidatos y crear sus propios grupos.

En las elecciones intermedias de cada sexenio de los citados mandatarios, ocurrieron fuertes descalabros electorales y el ego de los gobernantes.

Y en las elecciones de salida de Egidio Torre y Francisco García, además se perdieron las gubernaturas y la mayoría en el Congreso del Estado.

Torre Cantú por la falta de oficio político y sospechosos acuerdos federales obscuros; en tanto que Francisco García, por su voraz apetito de poder que quería al control absoluto para su familia y aliado de ocasión César Verástegui Ostos.

Las lecciones de la historia política de Tamaulipas ahí están en el pasado reciente, del que deberían abrevar los políticos en turno.

Vivimos en una nueva etapa de alternancia en donde Morena es el partido poderoso. Se ha nutrido de corrientes tradicionales de izquierda, pero mayoritariamente de salidas circunstanciales de grupos de priistas y de aquellos convenencieros que abandonaron el barco tricolor antes que se hundiera.

Por ello subsisten muchos apelativos de beneficiarios de los viejos cacicazgos, de los últimos gobiernos tricolores y de la amarga gubernatura azul.

Aunque Morena es un partido relativamente nuevo en el país y en Tamaulipas, en el caso específico local, hay un neomorenismo en el ejercicio gubernamental. No están los tradicionales luchadores de la izquierda.

En Nuevo Laredo, está vigente la vieja corriente de Carlos Enrique Catú Rosas que tiene su origen en el PARM, tuvo un paso por el PAN con Carlos Caturosas Villarreal y ahora se viste de guindo con su hermana Carmen Lilia.

Mientras en Reynosa, el grupo más sólido para Morena lo representa el alcalde Carlos Peña Ortiz, con el respaldo de su madre, que fue dos veces alcaldesa por el PAN, Senadora y Diputada Federal, pero fue a dar a Morena por la persecución de su anterior aliado Francisco García. Sigue en peso político el grupo de José Ramón Gómez Leal, actual senador luego de la elección extraordinaria, también de origen panista, pero refugiado en Morena por pleitos familiares y políticos con su cuñado.

Matamoros es un poco distinto, pues el grupo en el poder político es emergente, proviene del PRI, el actual alcalde Mario López Hernández fue contralor en el gobierno municipal de Baltazar Hinojosa Ochoa.

Supo hacer alianzas con los grupos de la sociedad civil y le alcanzó para la reelección con buenas votaciones. Tiene el respaldo social, pero hay grupos internos de Morena azuzados desde el Primer Piso del Palacio de Gobierno que buscan desplazarle con el riesgo del tropiezo por la acechanza de una corriente azul anticabecista que recobró fuerza, la de Leticia Salazar, ex alcaldesa.

En Madero, una familia beneficiaria del contratismo de la época del cacicazgo de La Quina, los Oseguera, encontraron espacios en el Morenismo y uno de sus integrantes, Adrián, tiene dos periodos al frente del Ayuntamiento.

También se inscribió como aspirante a la Diputación Federal por Madero y a la Senaduría. Y de pilón, quiere heredarle el Ayuntamiento a su hermano Abel, quien disputa la nominación al dos veces Diputado Federal por Morena y ex diputado local por el PRI, Erasmo González Robledo, actual presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública de la Cámara Baja del Congreso de la Unión.

Por Altamira, igualmente, la nomenclatura de las familias del poder político es la misma que busca ahora bajo el color marrón, darles rienda a sus apetitos por el ejercicio del presupuesto. Armando Martínez busca la reelección y recién se convirtió al morenismo el ex alcalde Juvenal Hernández Llanos que del PRI brincó al PAN el sexenio pasado y llevó a su esposa al poder municipal y ahora se pinta de guinda. Igual hay grupos emergentes, impulsados desde un lugar de la mancha victorense.

Y finalmente en Tampico, donde el asiento de fuertes capitales de algunas familias ha sido poder fáctico determinante, el PAN que es actual gobierno con Jesús Nader en doble periodo, parece tener la alcaldía en la bolsa, pero la rivalidad entre Nader y los Cabeza de Vaca, abre la coyuntura al morenismo, si se toma una decisión inteligente, cuya candidatura parece destinada a una mujer.

Morena podría alzarse con la victoria jaiba con Magdalena Peraza Guerra y quizá le alcance con Olga Sosa Ruiz, pero no sería fácil con Mónica Villarreal y complicado con la sobrina incómoda de AMLO, Úrsula Salazar Mojica.

El caso de Victoria, como asiento de los poderes, es obvio que sea una posición natural del inquilino del Palacio del 15 y 16 Juárez. Más cuando es nativo de la ciudad. Aún así, se alborotó innecesariamente la «gallera».

Le disputan el espacio a la reelección a Eduardo Gattás, el Diputado José Braña Mojica ( que ganó de panzazo) y amparado en el parentesco Mojica Obrador; y el comerciante de artículos de limpieza Jorge García, quien anticipadamente tapizó la ciudad con sus pintas y espectaculares.

Habrá que hacer un buen diagnóstico de la situación real de cada una de las seis regiones de Tamaulipas, ver cuál es el peso específico de cada grupo político que ahora milita en Morena, para definir la ruta a seguir.

Dónde puede darse el manotazo a los neocacicazgos que se pintaron de guinda en busca del poder por el poder, sin ningún interés de servir a la comunidad, ni un cambio ideológico a la izquierda o al menos al centro-izquierda.

El reto es fuerte y el riesgo mayúsculo.

La responsabilidad superior de preservar la presidencia de la república, con la interacción, diálogo, cabildeo, negociación, concertación y acuerdos debería imperar.

Pero el ejercicio del poder a veces ciega, impide ver con claridad y tomar decisiones con el cerebro y estas bajan al corazón, el hígado, o el plasma, a pesar de los costos que puedan traer en las urnas.

Pronto veremos de que están hechos los morenistas en el mando en Tamaulipas. Y el 2 de junio el saldo de sus decisiones.

Y si abrevan de la historia política. De las lecciones de las elecciones intermedias.

Por ahora los ímpetus de algunos mandos imberbes del morenismo parecen transitar por las mismas veredas de antaño.

Salvo su apreciada opinión, estimado lector.

Que tenga usted una verdadera Noche Buena en familia y que la Navidad 2023, con el recuerdo de la Natividad del Niño Jesús, renueve fe, esperanza, anhelos, ilusiones, sueños y propósitos de bien para los suyos y la sociedad.