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PIONEROS DE LA PLUMA

PIONEROS DE LA PLUMA

JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ CHÁVEZ

 

          Tomado del libro “Medio siglo de         

                                                           Recuerdos” de José Luis Hernández

                                                           Chávez (derechos reservados)

 

La vida me dio la oportunidad de conocer a Don Javier Ruiz Muñoz, insigne periodista de la vieja guardia que estaba a cargo de la Dirección del periódico “El Mundo” de Tampico cuando me inicie en el apasionado oficio de la pluma en 1970.

“Reolín”, mote con el que se le conocía en el medio periodístico, alcanzó a cubrir algunos episodios de la Revolución Mexicana y la columna que escribía en el rotativo fundado por Vicente Villasana el 24 de junio de 1918 “La Tragicomedia de la Vida”, le dio fama de cronista ejemplar.

Tuve igualmente la fortuna de tratar a otros comunicadores destacados como Carlos Loret de Mola Medis, que dirigió antes que Ruiz Muñoz al medio en el que yo trabajaba, lo mismo que a Fernando Alcalá Bates, que había estado al frente del periódico de la Cadena José García Valseca en el puerto, a quien conocí también cuando dirigía el periódico El Avance, un modesto medio impreso de la esquina de las calles Artículo 123 y Humboldt de la ciudad de México.

En fecha más reciente conviví con el director y Gerente de El Sol de Tampico, Don Rubén Díaz De la Garza, uno de los funcionarios del medio que sabía usar, como pocos, la fuerza del llamado Cuarto Poder, con la que hizo arrodillarse a no pocos gobernantes y políticos de Tamaulipas.

El “Compa” Ignacio Medina Martínez era el Jefe de Información y el Contador Germán Sigrist López el Gerente de la Casa Editora, en la que laboraban igualmente Oscar “El Guajolote” López de Rivera y su esposa Gloria López de Rivera, destacada cronista de sociales, María Teresa Thompson, Eduardo Hernández Molar, Agustín “El Charro” Solís Ramírez, Rafael Morales Girón, Araciel Saavedra Sánchez, Fernando Heftye Flores, Rodolfo Cárdenas, Eleazar Zúñiga López, César Antonio Castillo Hernández y José de la Luz Vargas Jaime, que fue director cuando El Mundo pasó a manos del comerciante Antonio Manzur Marón.

En la competencia y otros periódicos de la región escribían Ernesto Fernández Mergoza, José Gallo González, Clemente Medina “Armillita”, Juan José Olivares, el caricaturista Lidio Martínez Enríquez, Mario Morales, Armando Juárez Becerra, Guillermo Flamarique, Manuel Chavero Contreras, José Luis de Anda Yancey, El Chícharo Rogelio Rodríguez González, Gerardo Lizarrituri Toscano, Oscar Contreras Lartigue, Ricardo Arroyo, Francisco Manuel y Cruz Pérez Herrera y Román Reyna Muñoz.

Sin olvidar, por supuesto, a mi tocayo y casi homónimo José Luis Hernández Nava, el “colega” Rubén Cepeda, Agustín Jiménez y Raúl Pazos Dávila, igual que los reporteros gráficos Ernesto Irimaldo Ramírez, David Anzures Granados y Félix Palma “Palmita” Guzmán

En el impreso de Obregón y Altamira también eran consumados foto periodistas Francisco Reyes Villalobos, José Del Ángel Chirinos, Camilo Hernández Gaspar, Manuel Turrubiates del Ángel, Azael Alonso Morales, Guillermo Martínez  Muñoz, José Paz Zúñiga y Jesús García Ahumada, mientras que otros, yo entre ellos, empezábamos  a dar los primeros pasos en el mundo de la tecla manipuladora y mal pagada Víctor Go Tudón, María Guadalupe Rico, Laura Gallifa Reyes, José Azpeitia González, Roberto Acteón Martínez Berman, José Francisco Piñeyro Luna, Marisela Olguín Chirinos y Oscar Santiago Crisanti.

Todos los días, a las nueve de la mañana o antes si la situación lo ameritaba, Don Nacho entregaba a los integrantes del cuerpo de redacción las órdenes de trabajo con las que salíamos a la calle, acompañados siempre de un fotógrafo, a cazar la noticia. La actividad periodística de aquellos días era más apasionada y menos burocrática que la de la actualidad. No obstante que los medios informativos eran únicamente “El Sol” y “El Mundo”, la información era rastreada con toda discreción para que los representantes de la competencia no se enteraran.

Las notas no las compartíamos con nadie, salvo las que se daban a conocer en conferencias de prensa. Cuando salíamos a trabajar no solo teníamos en mente llevarnos la de ocho columnas, como se llamaba a la noticia principal, sino también que esta fuera exclusiva.

Más que reporteros, la mayoría de los periodistas de la época eran investigadores, una especie de policías de la información que poseían un espíritu de entrega a la profesión que desgraciadamente se ha ido perdiendo, aunque, como todo en la vida, también había reporteros de lo inverosímil, autores de notas “voladas” (falsas) y refriteros (noticias que ya habían sido publicadas), pecados de la pluma que todos hemos cometido alguna vez cuando no hay novedades importantes, en aras del cumplimiento del deber y para evitar que los periódicos no se vieran en dificultades a la hora de llenar las páginas de información general.

La mayoría de estos viejos colegas del periodismo, la mayoría ya murieron o se encuentran en la recta final, formaron una singular generación de reporteros que se hicieron, no en las universidades, como en los años recientes, sino en el campo de batalla de la cacería de “la historia de lo inmediato”, como llamaba a la noticia el escritor y columnista político Renato Leduc, antes, mucho antes, de la llegada de las computadoras, las cámaras digitales, el internet, las redes sociales y los teléfonos celulares. jlhbip2335@gmail.com