Columnas

Seguridad, falsas promesas de campaña.

La falta de una seguridad pública adecuada, que garantice paz, tranquilidad y estabilidad para el desarrollo sano de la sociedad, es uno de los principales reclamos de la población mexicana.

Por tanto, esa demanda social, se convierte en tema central de las campañas políticas de todos los niveles. las presidenciales, legislativas, de gobernadores y alcaldes del país.

Y el tema se usa de manera irresponsable en las ofertas políticas de partidos y candidatos.

Descalificar a la autoridad vigente es lo más fácil y presentar propuestas utópicas, como si se tratara  solo de cambiar de ropa.

El fenómeno de la inseguridad es mayúsculo en la mayor parte del mundo. Y México no es la excepción.

El crecimiento de la delincuencia organizada internacional, el trafico más amplio de drogas, armas, personas, así como las nuevas tecnologías al servicio del hampa, lo acentúan.

Hacen el campo más fértil para esa dinámica la descomposición del tejido social por la mayor vulnerabilidad de la familia, el debilitamiento de la influencia de las iglesias en la formación de ciudadanos de bien, el relajamiento del papel de las escuelas como complemento fundamental en la guía de la sociedad.

Y de la misma forma, la disminución drástica de la participación del ciudadano y su familias en la vida comunitaria, en la interacción social para velar por intereses comunes, practicando la solidaridad, buena vecindad y construcción de comunidad sana.

Además de la corresponsabilidad de la autoridad gubernamental más cercana al ciudadano, el gobierno municipal, el encargado de la aplicación de los bandos de policía y buene gobierno, labor asignada a los cuerpos de seguridad preventiva municipal, por ahora inexistentes en la mayor parte del país, a pesar de que son estipulados en el artículo 115 constitucional.

Esta fractura de las instituciones formadoras de hombres y mujeres de bien en nuestro país, sus entidades y regiones, debilita el tejido social y convierte a sus integrantes en elementos más vulnerables a tomar el camino del mal.

Por tanto, cualquier mensaje, discurso o propuestas que solo contemplen estrategias operativas con cuerpos de seguridad, serán insuficientes.

Así vengan de los candidatos del PAN, del PRI, del PRD, de MORENA, del PVEM, del PT o del PMC, que son los actores en estas contiendas.

La inseguridad y delincuencia es una enfermedad de la sociedad en su conjunto.

Por tanto las soluciones tienen que considerar a esa sociedad.

A todos los actores.

A la familia.

A las iglesias.

A las escuelas y todo el sistema educativo.

A la comunidad en cada colonia, barrio, municipio, estado, región o nación,

Y las autoridades de los tres niveles de gobierno. No debe nunca excluirse a los Ayuntamientos, pues la función de prevención de los delitos es fundamental.

Ya hemos probado en lo nacional, estatal y municipal, gobiernos de todos los colores.

Presidentes, gobernadores y alcaldes del PRI, del PAN, de Morena. Y ninguno ha cumplido sus promesas de garantizar la seguridad pública anhelada.

Nadie puede resolverla por decreto o declarando virtualmente la “guerra” a las bandas delincuenciales.

Tiene que construirse desde lo más sencillo y de abajo hacia arriba.

Debemos, desde la sociedad fortalecer a las instituciones que forman ciudadanos de bien: La Familia, La Iglesia, La Escuela, La Comunidad, Los Gobiernos Municipales.

Si cada uno de ellos no hace su parte, la cadena del bien pierde su equilibrio y empieza a ceder territorio a las fuerzas del mal.

Mismas que en un mundo con nuevas herramientas tecnológicas al servicio del armamentismo y la comunicación se convierten en catalizadores de la delincuencia en todos sus tipos y niveles.

Y no es que pretenda quitar responsabilidad a los Gobiernos Estatales  y Federal, que deben ser los rectores en las políticas y estrategias.

Pero mientras todo o casi todo esté suelto abajo, nada ni nadie podrá detener el crecimiento delincuencial.

El crimen tiene sus mejores aliados en las familias desintegradas, en las iglesias abandonadas, en las escuelas de medio tiempo con maestros de medio pelo y padres ausentes, en las comunidades desvinculadas y los gobiernos municipales ausentes en la aplicación de los Bandos de Policía y Buen Gobierno.

Esa es nuestra cruda realidad.

Así es que de poco sirve la verborrea sin sentido de los discursos en las campañas políticas.

La seguridad es tarea de todos.

No solo de los gobiernos.

Y se  requiere de muchísimo trabajo de todos los días, en todos los planos y en todos los rubros.

Las soluciones reales y duraderas no llegarán de las campañas, de los partidos, de los gobiernos solos o aislados.

Así es que hay que tomar con reservas toda la palabrería barata, matizada con mercadotecnia para persuadir a los ciudadanos, por parte de los candidatos.

Al tiempo.