Columnas

Aguas broncas.

Aguas broncas.

Por: Javier Terrazas

Hace 272 años, cuando Don José de Escandón fundó la Villa de Santa María de Aguayo, hoy Ciudad Victoria, buscó una buena fuente de agua, que resultó ser el río San Marcos y  los manantiales como el de La Peñita, uno de sus afluentes.

Por tanto, quedó la Villa, al pie de la Sierra Madre Oriental, entre árboles de gran sombra, así como frutales que permitían disfrutar de algunos de sus productos.

Con el paso del tiempo, de las décadas, de los siglos, la ciudad fue creciendo en población y dinámica económica.

Para los años setentas del siglo pasado, el aporte del río San Marcos y los manantiales de los cañones de la sierra, fueron insuficientes para atender la demanda de agua para consumo doméstico, el comercio, los servicios y la insipiente industria.

Se hicieron perforaciones de pozos den diversas zonas de la ciudad, se construyó un pequeño acueducto en la zona norte para traer agua de un sistema de pozos de esa área, en busca de garantizar el abasto.

La fuerte migración del campo a las ciudades en el tránsito del México rural al México urbano, aceleró la demanda del vital líquido, escaso y racionado en la década de 1980, cuando Victoria sufría los estragos de la insuficiencia en las épocas de estiaje.

En el gobierno del Ing. Américo Villarreal Guerra, un especialista en hidráulica, se gestionó y concretó el acueducto «Guadalupe Victoria», una obra de 52 kilómetros de la presa «Vicente Guerrero» a la ciudad.

Tiene una obra de toma, dos plantas de rebombeo y una planta potabilizadora. Se dotaron a la ciudad de mil litros por segundo, se sirvieron para los siguientes 20 años.

Hace más de una década, se requería la segunda línea de ese acueducto, para atender la creciente demanda de uso doméstico y de las diversas áreas de los sectores productivos.

El desabasto arreció los últimos seis años, pues la demanda subió y la ausencia de obras complementarias para la regulación de presiones y una mejor distribución, agudizó la crisis del agua en Ciudad Victoria.

Cuando el problema de desbasto en este año 2022 estaba en su mayor crisis, vino un temporal de lluvias salvador de la crisis y de la incapacidad de la autoridad municipal para sortearla.

La desatención de las redes de distribución, la falta de mantenimiento al acueducto y el despido de personas claves en la operación del sistema en la COMAPA, acrecentaron el caos.

De los esfuerzos por atender el abasto que nunca llegó a la cobertura total, el organismo operador del sistema de agua potable de la ciudad y el Ayuntamiento, pasaron a la incapacidad para administrar la abundancia.

Las fugas del vital líquido están por todos los sectores de la ciudad.

Los drenajes caídos o tronados por las presiones del agua corriente por calles y avenidas, ante la falta o deficiente drenaje pluvial, provocan las afectaciones de la infraestructura.

Decenas, cientos y quizá miles de fugas se han reparado por los «topos» de la COMAPA en los últimos meses.

Pero el agua sigue brotando de tuberías rotas, drenajes tronados, escurrimientos de veneros.

Son las aguas broncas que bajan de la sierra y buscan sus causes naturales «comidos» por la mancha urbana y las planchas de asfalto o concreto sembradas por fraccionadores sin el respeto a la orografía e hidrografía.

Los victorenses pasamos de la bronca del desabasto y racionamiento del agua para la población, a la del manejo de las aguas broncas que bajan de la imponente Sierra Madre Oriental.

Urgente, que a la par de las obras de la segunda línea del Acueducto «Guadalupe Victoria» ofrecida por el gobernador Américo Villarreal Anaya, se agreguen las necesarias para la mejor distribución a través de las redes.

Y una obra independiente de gran valor para la ciudad, los canales para drenaje pluvial al en las  faldas de la sierra, para encausar esas descargas a los ríos San Marcos y San Antonio, para evitar que en cada temporal de lluvias generen los destrozos en tuberías y pavimentos, que nos mantienen entre las ciudades con más baches en el país.

Un drenaje pluvial digno de la capital de Tamaulipas, erigida al pie de la Sierra Madre Oriental,  impactante barrera, que en cada temporal de lluvia nos descarga grandes escurrimientos que se llevan nuestras calles.

Y el cuento de nunca acabar. Solo engordan los bolsillos de los constructores dedicados a la poderosa «industria del bache».

Mientras la ciudad muestra las heridas y rasgaduras en su pavimentos, cual si fuere una Ucrania bombardeada por las nefastas tropas rusas de Vladimir Putin.

Confiemos que el rescate de Victoria, pueda contemplar en el mediano plazo estas obras.

Una vez que se recuperen los recursos del vergonzante saqueo de las arcas por el mal y transa gobierno de Francisco García Cabeza de Vaca.

Esperemos que el latrocinio  del erario público heredado no se convierta en argumento para una nueva administración estatal estéril.

Habrá que trabajar duro en programas y proyectos para que el la próxima visita del presidente Andrés Manuel López Obrador y todo su gabinete, en el curso de este mes, se formulen las propuestas sólidas y viables para el rescate de Tamaulipas.

Ya comprometió todo el respaldo a Tamaulipas bajo la era de la Cuarta Transformación y su nuevo piloto.