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La crisis Arnulfo-Lucía

TRIBUNA

La crisis Arnulfo-Lucía

Por: Javier Terrazas

El sector educativo está conformado por un sistema: Padres de familia, alumnos, maestros, escuela, director, inspectores, Secretaría de Educación Estatal, Secretaría de Educación Federal y Normatividad.

Para que el sistema funcione, se requiere de la participación y coordinación de cada uno de sus integrantes. Con uno que falle, se altera el funcionamiento y el resultado

Todos son relevantes, pero el principal es el más vulnerable, el que requiere de la formación para su futuro, es decir, el alumno.

El resto de los integrantes tiene un rol importante, pero colaborativo en la tarea central. Y cada uno tiene que hacer su parte con responsabilidad, eficiencia y constancia.

En lo personal, creo que fui un afortunado miembro del sistema educativo. En mi calidad de alumno de escuela pública, los seis años de primaria, tres de secundaria y tres de preparatoria, nunca viví ausencia de maestros por «paro sindical».

Con las limitantes que pudiera haber de infraestructura en la escuela, las situaciones individuales de los maestros (casi todos foráneos), la ausencia de personal de apoyo como conserjes, prefectos o secretarias, retraso en pago a maestros nuevos, etc, etc., nadie falló más que por enfermedad.

Tanto maestros, como directivos y padres de familia, daban su cien por ciento para que la escuela publica funcionara de manera adecuada, e incluso daban su extra para suplir carencias del Estado, amén del trabajo extraescolar por el bien de la comunidad.

Nunca percibí que hubiera una organización sindical a la que estuviesen afiliados para defender derechos laborales, buscar nuevas conquistas o vela por salud y vivienda. Había, en la gran mayoría de los maestros, gran vocación, mística y voluntad por educar para transformar vidas.

Recuerdo con gran afecto, respeto y admiración a mis mentores de primaria: Leticia, Luz Elvia, Crispín y Roger. Así como a algunos de secundaria: Cesáreo, Humberto, Marcelino, entre otros.

Nunca escuché una queja que tuviese que ver contra el gobierno estatal o federal como patrón en el sistema educativo de mi natal Chihuahua. Incluso ni de mi padre que también fue maestro.

Muchos años han pasado de ese tiempo, pero el sistema sigue operando de la misma forma, son los mismos elementos que lo integran.

Lo que, si han cambiado, como lógica de la evolución y la nueva realidad del país y del propio sector educativo, son las leyes, normas o reglas, así como los contenidos de los libros para ajustarse a los avances de la ciencia, tecnología y la sociedad moderna.

También se ha dado una masificación de la educación, de tal forma que el gremio magisterial, las escuelas y el aparato administrativo son muy grandes.

En el caso de Tamaulipas, la educación pública tiene 4 mil 853 escuelas de preescolar, primaria, secundaria y bachillerato.

En ellas se atienden las necesidades de instrucción de 724 mil 636 alumnos por parte de 36 mil 423 maestros.

De ese tamaño es el sector educativo en los 43 municipios de la entidad, sin considerar al sector privado de la enseñanza.

Obvio que un aparato de esas dimensiones requiere de mucha coordinación, cooperación, paciencia, armonía, tolerancia, diálogo, cabildeo, negociación y disposición para encontrar soluciones a los problemas.

Y ese trabajo debe ser permanente, entre los principales actores que pueden y deben tomar decisiones: autoridades, directivos, sindicatos y padres de familia.

Anteponer intereses personales o grupales por parte de los maestros, o desatender las necesidades básicas de infraestructura, equipamiento, materiales didácticos o salarios por parte de la autoridad, es fallar al rol que se tiene en el sistema educativo.

Confrontarse es ir en contra del propio sistema al que se pertenece y se ocasiona un mal a todo el conjunto, principalmente al objetivo central, la instrucción de la niñez.

El alumno es el alumno; el padre es el padre; el maestro es el maestro y la autoridad es la autoridad.

No deben confundirse los roles, porque el sistema se paraliza con un efecto negativo a otros sistemas de la sociedad, pues no se trata de un sistema independiente.

Detectar las fallas y corregirlas de manera conjunta, sin pleitos ni confrontaciones es la mejor alternativa.

Desgraciadamente los rezagos que arrastra el sistema educativo tamaulipeco son elevados, producto de vicios y excesos cometidos tanto por autoridades de otros tiempos y dirigencias sindicales.

«Enderezar al jorobado» que es la actual Secretaría de Educación en Tamaulipas, no es tarea para un año, sino para uno o dos sexenios completos.

Es en lo que deben laborear y con sinergia, la Sección 30 del SNTE que preside Arnulfo Rodríguez Treviño y la SET, encomendada por el gobernador Américo Villarreal Anaya a Lucía Aimé Castillo Pastor.

Arnulfo no es nuevo en las lides sindicales, ya es su segundo periodo como titular  y muchos más dentro de las estructura de esa agrupación. Sabe muy bien lo que es viable y lo que no. También la evolución de las reglas y leyes, de las que el SNTE ha participado y avalado.

Mientras que Lucía, tampoco es una improvisada en el sector, proviene de una familia de maestros (su abuelo fue Rigoberto Castillo). Fue colaboradora de un Secretario de Educación Federal.  Tuvo la encomienda de la Delegación de la SEP en la entidad y fue colaboradora recientemente del Oficial Mayor de la SEP.

Ninguno de ellos desconoce el terreno que pisa ni las responsabilidades que tienen. Al igual que lo que corresponde a su contraparte.

La actual administración estatal, está por cumplir un año de ejercicio gubernamental. Y desde febrero se trabaja en la revisión integral de todos los rezagos y pendientes para ir resolviendo en forma paulatina.

Hay avances importantes en la mayor parte de los 22 puntos que puso sobre la mesa la Sección 30 del SNTE.  Pero difícilmente pueden resolverse en uno o dos años.

Y eso lo sabe muy bien Arnulfo Rodríguez Treviño y su equipo de la Sección 30 del SNTE.

Pretender una solución completa es prácticamente imposible.

Tampoco es posible regresar al esquema de asignación directa de plazas, escalafones, horas en donde el mandón, por mucho tiempo fue el SNTE.

Tiempo de corregir vicios y entuertos. E ir avanzando con paso firme en lo posible y viable en franca armonía.

La confrontación no llevará a nada bueno.

El liderazgo sólido con que llegó Arnulfo Rodríguez Treviño, se empieza a deteriorar.

A la par de la función de Lucía Aimé Castillo Pastor, si no encuentra las formas y los conductos para una mejor interacción con el viejo estilo sindicalista.

Ambos tienen que ceder un poco, es la regla básica de la negociación para un acuerdo común.

Así es que ojalá que este fin de semana los tranquilice para que regrese el diálogo, tan anhelado por los padres de familia e hijos.

Por el bien de la educación.

Por el bien de la escuela pública.

Por el bien de la sociedad.

Primero… primero…  y siempre primero la niñez.

Lo demás es…demagogia y otro tipo de intereses mezquinos…o electorales., que no deberían contagiar a la educación.