Columnas

Pertinente intervención de la ONU.

Tras profundizar en los orígenes del grave conflicto Palestino-Israelí que por el ataque terrorista de Hamas hizo que el gobierno de Netanyahu en respuesta les declarara la guerra “hasta aniquilarlos” en la Franja de Gaza, nuestro apreciado amigo y colaborador de Candelero Ricardo Monreal, con su acendrado espíritu conciliatorio, hace humanitarios planteamientos que son factibles para lograr los acuerdos que urgen para, como dice, “desactivar ese barril de pólvora que se prendió el pasado 7 de octubre”. Por eso el título de su tema es….

Ricardo Monreal Avila

De los conflictos bélicos que actualmente sostienen once países y zonas del mundo y que generan mayor atención, el de Hamás-Israel es, sin duda, el más urgente de atender por su peso específico en la geopolítica de Oriente Medio, en el realineamiento de las potencias a escala global y por el alto riesgo que existe de una conflagración mundial.

En 75 años de existencia como Estado nacional, Israel ha enfrentado múltiples retos. Muchos de sus conflictos, tanto endógenos como exógenos, se decantan entre el sionismo y el antisemitismo, términos que, si bien pueden concebirse como intrínsecamente relacionados, no significan lo mismo. Estos desafíos son complejos y están interconectados, por lo que impactan en la seguridad, la economía y el tejido social del país.

En términos de seguridad, el conflicto palestino-israelí sigue siendo un desafío de larga data y raíces profundas. Pese a la continua intervención de las instancias internacionales, no ha podido lograrse una resolución duradera que satisfaga las aspiraciones de ambas partes, lo cual es crucial para la estabilidad regional.

Más allá de la etapa álgida actual entre el Estado de Israel y el mundo árabe, históricamente, la nación judía se ha visto envuelta en crisis geopolíticas caracterizadas por un entorno hostil con países con diversos grados de inestabilidad política. De este modo, si la comunidad internacional no asume con urgencia la responsabilidad de llevar a cabo diversas negociaciones de paz, los conflictos en curso en Siria y el Líbano, además del potencial de otro con Irán plantearán serias preocupaciones de seguridad no solo para la región, sino para todo el orbe.

Israel enfrentó y enfrenta amenazas constantes de organizaciones que operan en la región, como Hamás y Hezbolá. A partir de 2008, Hamás ha librado diversas guerras contra el Estado de Israel; en 2021, por ejemplo, se registró la muerte de más de 260 personas palestinas y 13 israelíes. Sin embargo, el más reciente y mortífero de sus ataques puso a la diplomacia contra la pared, condicionando o comprometiendo la solución pacífica del conflicto.

Hamás fue fundado en 1987 durante la primera intifada, y sus estatutos exigen el establecimiento de un Estado palestino islámico en lugar de Israel, rechazando todos los acuerdos celebrados entre la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) e Israel. El grupo tiene un ala militar conocida como Brigadas Izz ad-Din al-Qassam, que ha llevado a cabo numerosos ataques contra Israel, incluidos atentados suicidas, secuestros y embestidas con cohetes.

Asimismo, Hamás está catalogada como organización terrorista por Estados Unidos, la Unión Europea, Israel y otros países. El grupo ha sido acusado de utilizar escudos humanos y de atacar a civiles.

Sin embargo, Hamás también proporciona una serie de servicios sociales al pueblo de Gaza, incluidos educación o atención sanitaria. Muchos palestinos también lo ven como un movimiento de resistencia legítimo contra la ocupación israelí.
En 2006, Hamás ganó las elecciones legislativas palestinas, pero no pudo conformar gobierno debido a su negativa a reconocer a Israel.

Un año más tarde, tomó el control de la Franja de Gaza mediante un golpe de Estado contra Fatah, su partido político rival.
La escalada del conflicto entre Hamás e Israel requiere de una pronta y bien planificada intervención de la ONU, antes de que la milenaria ley del talión prevalezca sobre la distensión y la paz en el mundo.

La ONU tiene el mandato, la experiencia y autoridad suficientes (incluido su Ejército de Paz), para evitar el escalamiento en una región donde sobran el odio y las ojivas nucleares.

En lo que esto sucede, nuestro país debe reafirmar y consolidar su postura pacifista frente al nuevo conflicto. Puede realizar cuatro acciones en lo inmediato:

1) Condenar el terrorismo en cualquiera de sus manifestaciones, por la afectación a la población civil indefensa.

2) En apego al Artículo 89 constitucional, no tomar partido a favor o en contra de las partes en conflicto y, en cambio, participar activamente en la solución pacífica de la controversia.
3) Evacuar en lo inmediato a cada una y uno de nuestros compatriotas que soliciten salir de la zona del conflicto.

4) Aceptar a la población israelí y palestina que solicite refugio o asilo en nuestro país, conforme a los protocolos internacionales de asistencia y ayuda humanitaria, a excepción de los casos que no se apeguen a nuestros lineamientos de seguridad nacional.

México se ha conducido con prudencia en el ramo de las relaciones exteriores. Participando en una gran variedad de Acuerdos y Tratados multilaterales, para promover la concordia, la cooperación y la solución pacífica de controversias; durante la presente administración se ha honrado la larga tradición de buena reputación en materia de política exterior.

La situación en Oriente Medio es crítica, y por ello la intervención de la ONU debe ser oportuna, eficiente y rápida. Una incursión militar israelí en Gaza contra los integrantes de Hamás provocaría la actuación inmediata de Irán en la región, ya sea directamente o a través de la organización Hezbolá, asentada en el Líbano. Esto detonaría la participación de la Yihad Islámica y de Isis, asentada aún en Jordania. Pero esas no son las únicas organizaciones terroristas islámicas que han estado activas en la última década y que no se han extinguido del todo, lo cual complica aún más el panorama.

En términos de geopolítica de Oriente Medio, Estados Unidos era la potencia con mayor presencia en la región y capacidad para sentar a dialogar y firmar acuerdos de paz al mayor número de países árabes, incluida la Autoridad Palestina. Pero desde que en su último año de gobierno el expresidente Donald Trump declaró oficialmente a Jerusalén como la capital de Israel y trasladó su embajada de Tel Aviv a la Ciudad Santa, los palestinos perdieron confianza en Washington como instancia mediadora y concertadora de acuerdos.

En este sentido, cualquier intervención de EUA ya no contaría con el consenso árabe de hace unos años, y obligaría de inmediato a los países pro palestinos de Oriente Medio a solicitar la intervención de Rusia y China. Por eso, la ONU debe estar atendiendo y desactivando desde ya ese barril de pólvora que se prendió el pasado 7 de octubre.

ricardomonreala@yahoo.com.mx
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