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Sociedad en caos

TRIBUNA

Sociedad en caos

Por: Javier Terrazas

Gobiernos de todos los colores, verdes, azules y marrones van y vienen y la anhelada paz sigue extraviada en Tamaulipas

Hasta ahora ninguno de los gobernadores recientes ha sido capaz de garantizarla.

Egidio Torre Cantú, el último gobernante del PRI, no pudo ni esclarecer el crimen de su hermano Rodolfo a manos del crimen organizado. Qué podría hacer por nosotros, unos extraños.

Luego vino el bronco reynosense, Francisco García Cabeza de Vaca con su «canto de las sirenas» de que pondría fin a creciente problema, pero fue insuficiente.

Y es que no vasta envalentonarse, gritar fuerte, crear un grupo de choque, pintar de azul las tanquetas y montarse en ellas para corretear a ciertos grupos delincuenciales.

La aparente paz que tanto pregonó estaba prendida de alfileres y con su pérdida del poder en las urnas, también se fue su séquito de «policías especializados» que ahora operan sin charola, generando inestabilidad en Reynosa, Río Bravo y San Fernando.

Con la llegada de Américo Villarreal Anaya, por la vía de MORENA, y la natural empatía con el gobierno central de AMLO, se generaron muchas expectativas de mejoría real, pero siguen los incidentes serios de inseguridad en Nuevo Laredo, Reynosa, San Fernando, Río Bravo y Victoria, entre otros municipios.

Nadie tiene el poder suficiente para contener los estertores de violencia criminal que emanan de una sociedad en caos, una comunidad enferma que ha perdido principios, valores, temores y se extravió en el camino.

Y no podrán ni en forma coordinada los gobiernos federales, estatal y municipales contener las oleadas criminales, mientras no se enderece el actuar de los ciudadanos desde las instituciones formadoras de ciudadanos de bien.

Como sociedad, hemos perdido la brújula, pues esas instituciones formadoras que son la familia, la escuela, la iglesia, la comunidad y los Ayuntamientos, se quebrantaron en esta nueva sociedad moderna.

La familia, dejó de ser la célula sólida de la sociedad, pues el aumento en los divorcios, los padres desobligados, los hogares diezmados han trastocado su delicada misión con los hijos.

En tanto que la escuela, al reducir horarios, relajar disciplina, permitir el acceso de maestros sin vocación, no ha podido cumplir su tarea específica de continuar la formación y ampliar los saberes. Una escuela relajada poco contribuye a las exigencias actuales de la sociedad.

Mientras que la iglesia, sea católica o cristianas, que coadyuvaban en la orientación de la niñez y la juventud, perdieron la conexión con las grandes masas, por lo que se quedaron semivacías. La gran mayoría de sus fieles acuden solo a bautizos, quinceañeras, bodas o velorios.

Desgraciadamente también se ha ido perdiendo en forma paulatina la solidaridad de la vida comunitaria, siendo desplazada por el individualismo. Los liderazgos naturales que ayudaban a mantener disciplina y controles, fueron desapareciendo.

Y los Ayuntamientos, responsables de velar desde la prevención con el ordinario Bando de Policía y Buen Gobierno, se quedaron sin los agentes para dar cumplimiento a esa labor desde el barrio, la colonia, la plaza, los espacios públicos.

Una sociedad sin instituciones sólidas, sin los principios y valores, ni quien aplique las reglas, normas o controles, será una fuente inagotable de hombres y mujeres susceptibles de caer en las redes delincuenciales.

«El cuento de nunca acabar».

Las políticas públicas de becas, apoyos a los jóvenes, orientación a las nuevas generaciones son valiosos, pero no han sido suficientes.

Los cambios en las estrategias van y vienen como los colores de los gobiernos y los resultados necesarios no se perciben.

Tampoco es la militarización la solución, como lo pretende el actual gobierno y en especial el presidente Andrés Manuel López Obrador, que la Guardia Nacional dependa de la Secretaría de la Defensa.

Los militares son el último valladar que tiene el país para salvaguardar la soberanía y hacer frente a las contingencias y emergencias.

Pero no debe entregárseles la misión de la seguridad, pues como ha ocurrido en las otras instituciones policiales, se corrompería y se perdería.

Y conlleva también el riesgo de que al confiarles tanto poder, se despertarían los apetitos normales por el ejercicio directo del mismo. La historia así lo consigna y hay que aprender de ella y en zapatos ajenos de otras naciones.

Este 3 de julio los balazos alcanzaron al vehículo del Secretario General de Gobierno Héctor Villegas González, alcalde con licencia de Río Bravo.

Corrió con suerte y salió ileso al igual que sus escoltas, tras ser atacados en la carretera San Fernando-Reynosa, durante las primeras horas de la mañana.

Habrá mucho ruido mediático, pues se trata del número dos de la actual administración estatal morenista y porque la agresión o atentado se da en el marco de las visitas promocionales del ex secretario de Gobernación Adán Augusto López Hernández y la ex jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum Pardo.

Pero no deja de ser uno más de los muchos casos que se viven a diario en Reynosa, Río Bravo, San Fernando, Miguel Alemán, Nuevo Laredo, Jiménez, Soto la Marina, Tula, Victoria o El Mante.

No son hechos aislados, aunque tampoco para el apanicamiento o paralización de las actividades ordinarias y económicas.

Pero obliga a tomar acciones más de fondo, que combatan las causas reales de los males de la sociedad enferma, de esa sociedad en caos que somos.

Y no hay de otra.

El camino es fortalecer las instituciones formadoras de buenos ciudadanos a que hice alusión línea arriba.

Y entender que la responsabilidad es de todos, es colectiva. No solo es tarea de los gobiernos.

Y mientras más la deleguemos en ellos, más tardará en llegar la quebrantada y anhelada paz.

No todos podemos andar blindados.

No todos somos Héctor Villegas, Irving Barrios, los ex gobernadores o miembros del Grupo AVA.

No conducimos autos blindados ni traemos escoltas, tampoco chalecos blindados.

Defendamos los principios y valores para incidir en una nueva y positiva sociedad moderna. Hagámoslo con inteligencia, antes de que el problema nos cerque, nos alcance, nos secuestre, nos toque.

Y esto empieza, en la familia, la escuela, la iglesia, la calle, el barrio, colonia o fraccionamiento.

Tarea de todos, tarea de equipo, tarea de abajo hacia arriba.

Encerraditos en casa o esperando a que «el gobierno» solucione, nunca llegará la mejoría.

Así gobiernen los «marcianos».